Capitulo 12

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La profesora López vio que salía luz por debajo de la puerta del despacho de la biblioteca, pero como Lucy había tapado con cartulina marrón la estrecha ventanita, no vio quién estaba dentro le extrañó que la chica estuviera trabajando un jueves a las diez y media de la noche la biblioteca cerraría en media hora se sacó la llave del bolsillo y entró sin llamar lo que se encontró dentro la dejó anonadada la señorita Pierce estaba en la silla, con la cabeza apoyada elegantemente en los brazos, que reposaban sobre el escritorio.

Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta se la veía sonrosada y el pecho le subía y bajaba rítmicamente al respirar pausadamente el sonido de su respiración era relajante, como las olas del mar chocando contra una playa tranquila Santana se quedó contemplándola embelesada, pensando que se podría grabar un CD de relajación sólo con el sonido de su respiración se imaginó yéndose a dormir cada noche con esa melodía tenía el ordenador portátil encendido y vio que su fondo de pantalla consistía en una serie de ilustraciones, al parecer de un libro infantil relacionado con animales le llamó la atención un conejo blanco con orejas que le llegaban a los pies oyó música y vio que también salía del ordenador al lado de Brittany había un CD con la foto de un conejo en la carátula y Santana empezó a preguntarse por qué estaría tan obsesionada con esos animales «¿Será algún tipo de fetichismo con la Pascua?» Empezó a imaginarse en qué podía consistir ese fetichismo, cuando, de repente, recuperó la sensatez acabó de entrar en el despacho y cerró la puerta con llave a ninguna de las dos les convenía que las encontraran en el despacho a solas a esas horas.

Se acercó a ella no quería molestarla ni interrumpir lo que parecía un sueño muy agradable, pues estaba sonriendo tras localizar el libro que había ido a buscar, se dispuso a marcharse, pero sus ojos repararon en una libretita que había junto a los dedos de Brittany.
«Santana», había escrito. «Mi Santana.»

La visión de su nombre escrito varias veces en la libreta con tanto amor la atrajo con más fuerza que el canto de las sirenas y le provocó un escalofrío en la espalda se quedó momentáneamente inmóvil, con la mano en el aire por supuesto, se podía tratar de otra Santana le costaba creer que Brittany pensara en ella y más aún que lo considerara «su» Santana.

Al mirarla, supo que si se quedaba todo cambiaría entre las dos supo que si la tocaba sería incapaz de resistir el impulso —irreprimible, primitivo— de reclamar a la hermosa y pura señorita Pierce que estaba allí esperándola, llamándola con su aroma de vainilla que se percibía más de lo normal, en un espacio tan reducido y con demasiada calefacción «Mi Santana.» Se imaginó su voz acariciando su nombre como la lengua de un amante se mueve sobre la piel del amado.

Su mente, desatada, se imaginó que la rodeaba con los brazos y la besaba la sentaría en la mesa y se colocaría entre sus piernas, mientras ella le hundiría los dedos en el pelo y trataría de arrancarle la camisa y su sujetador y lanzaría todo al suelo Santana acariciaría su pelo largo y ondulado y le rozaría el cuello con un dedo, haciendo que cada centímetro, cada poro, se le cubriera de rubor con la nariz le acariciaría la mejilla, la oreja, la garganta, blanca como la nieve le encontraría el pulso en el cuello y se sentiría extrañamente calmada por su suave ritmo se sentiría conectada a los latidos de su corazón, sobre todo cuando éste empezara a acelerársele a causa de sus caricias se preguntaría si sería posible que sus corazones latieran al unísono o si eso sólo pasaba en la fantasía de los poetas sabía que al principio ella se mostraría tímida, pero ella insistiría con delicadeza, susurrándole dulces palabras de seducción al oído le diría todo lo que quería oír y Brittany se lo creería sus manos descenderían centímetro a centímetro, desde los hombros hacia sus preciosas e inocentes curvas, maravillándose a su paso de su receptividad ella florecería bajo sus manos.

Porque ninguna mujer la habría tocado así antes gradualmente, se encendería y respondería a sus caricias. ¡Oh, sí! ¡Cómo respondería! Se besarían y su beso sería eléctrico, intenso, explosivo sus lenguas se mezclarían y danzarían juntas, desesperadas, como si no hubieran besado nunca a nadie antes Brittany llevaría demasiada ropa ella querría quitársela toda y cubrir su piel de porcelana de besos ligeros como una pluma especialmente su precioso cuello y sus venas azuladas, que formaban una red en su garganta se ruborizaría como Eva, pero ella le curaría la timidez a besos pronto estaría desnuda y abierta ante ella, pensando sólo en ella y en la admiración que le despertaba y se olvidaría de que estaba en un incómodo despacho de biblioteca Santana la halagaría con juramentos y odas y le murmuraría palabras cariñosas para que no se sintiera avergonzada «Cariño, preciosa, tesoro, qué dulce eres...» Haría que creyera que la adoraba... y no sería del todo falso.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora