Lobby era una coctelería exclusiva de la calle Bloor Santana, siempre fiel a la obra de Dante, se refería al local como El Vestíbulo y se imaginaba que los parroquianos eran como los paganos virtuosos que pasaban la eternidad en la versión de Dante del Limbo. Aunque, en realidad, muchos de los clientes de Lobby tenían más en común con los habitantes de varios de los círculos del Infierno.
A Santana no le apetecía ir allí con Susan, y mucho menos con Rachel, ya que Lobby era su terreno de caza. El lugar adonde iba a satisfacer sus apetitos. En ese sitio lo conocía demasiada gente, o al menos conocía su fama. Tenía miedo de lo que pudieran decir unos labios rojos liberados por el alcohol pero al menos en Lobby estaría en su terreno, podría tratar de controlar el entorno. De ninguna manera se arriesgaría a llevar a Rachel y a Susan a un local que no pudiera controlar. Por una noche cambiaría de papel. Dejaría de ser Dante y se convertiría en Beowulf; sería una guerrera en vez de una poeta. Llevaría la espada en la mano y mataría al monstruoso Grendel y a todos sus parientes si se atrevían siquiera a mirar a cualquiera de las dos jóvenes a su cargo. Sabía que era muy hipócrita por su parte, pero no le importaba. Esa noche sería una tortura, pero haría cualquier cosa para que Rachel estuviera contenta cuando ésta y Brittany salieron del taxi tras ella, las tres se dirigieron a la entrada del club, donde había una larga fila de gente que quería entrar. Ignorando la fila, Santana se acercó al guardia de seguridad, un enorme gorila calvo afrocanadiense, con diamantes en las orejas. El hombre la saludó estrechándole la mano formalmente.
—Señora López.
—Ethan, quiero presentarte a mi hermana Rachel y a su amiga, Susan —dijo señalándolas el vigilante las saludó con una inclinación de cabeza y se apartó para dejarlos pasar.
— ¿Cómo ha hecho eso? —susurró Brittany al oído de Rachel, mientras entraban en un espacio moderno y elegante, decorado en blanco y negro.
—Al parecer, Santana está en la lista de los vip. No preguntes —respondió su amiga, arrugando la nariz.Santana las guió hacia la parte trasera del club, una área exclusiva donde había reservado sitio, llamada «El salón blanco», que debía su nombre a su decoración monocromática. Las amigas se sentaron en un banco largo acolchado y se acomodaron entre los cojines forrados de armiño. Desde su mirador privilegiado se veía la pista de baile, situada en el centro, con acceso privado a todos los reservados. En ese momento todavía no había nadie bailando Rachel dedicó una mirada de admiración a su protégée.
—Britt está preciosa, ¿no crees, Santana? Espectacular —Ella se ruborizó mucho más de lo habitual y acabó de un color parecido al carmesí.
—Rach, por favor —susurró, jugando con el dobladillo del vestido.
— ¿Qué pasa? —Insistió su amiga, fulminando con la mirada a su hermana, que le estaba lanzando a su vez una mirada de advertencia—. ¿Está guapa o no está guapa?
—Las dos estáis muy bien —dijo ella, no admitiendo nada y cambiando de postura como si le doliera algo Brittany negó con la cabeza discretamente, reprendiéndose. Se preguntó por qué seguía importándole su opinión y por qué le costaba tanto a aquella mujer ser agradable.A su lado, Rachel se encogió de hombros. Era el dinero de Santana. Si a ella no le importaba gastarse casi dos mil dólares para que Britt estuviera guapa, ¿quién era ella para objetar nada? El problema era que le daba rabia ser incapaz de conseguir que su hermana reaccionara, así que decidió provocarlo un poco —Britt —empezó a decir, mirándolo a ella de reojo y asegurándose de que estaba atenta a sus palabras antes de seguir hablando—, ¿qué tal fue tu cita con Lucy?
La piel de su amiga mantuvo su profunda tonalidad carmesí —Muy agradable es una auténtica persona agradable y muy amable—respondió, resistiéndose al impulso de volverse para ver si Santana estaba escuchando no debería haberse molestado Lucy ya se estaba ocupando de mirar por las dos.