Capitulo 4

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En el ático de un hotel de lujo de Florencia, había ropa desperdigada por el salón, como un camino de migas de pan que iba desde la puerta hasta una pared que hasta entonces estaba desnuda, pero que en esos momentos estaba ocupada por dos personas apoyadas en ella gemidos y sonidos delatadores flotaban en la habitación y podían verse unos tacones negros hechos a mano, un sujetador negro, un vestido hecho a medida, dejado de cualquier manera sobre una mesita auxiliar, y un vestido de tafetán que formaba un charco de color azul Santorini en el suelo...

Si un detective estuviera examinando la escena, llegaría a la conclusión de que faltaban las bragas y los zapatos de las dos chicas.

El aire estaba cargado de aromas: flor de azahar y Chanel, mezclado con el olor almizcleño del sudor y la carne desnuda la habitación estaba a oscuras. Ni siquiera los rayos de luna que entraban por la ventana alcanzaban la pared donde los dos cuerpos desnudos se aferraban el uno al otro una de las mujeres sujetaba el peso de la otra, que le rodeaba las caderas con las piernas.

—Abre los ojos—El ruego de Santana fue acompañado por una cacofonía de sonidos: piel deslizándose sobre piel, gemidos desesperados, ahogados por labios y carne, rápidas bocanadas de aire y el ligero golpear de la espalda de Britt contra la pared, esta oía gruñir a Santana con cada penetración de sus dedos en ella, pero su capacidad de hablar había desaparecido, mientras se concentraba en una sensación sencilla pero potente: el placer, cada movimiento de su amante le causaba un enorme gozo, incluso el roce de sus pechos y el tacto de una de sus manos sujetándola. Estaba al borde del clímax, sin aliento, consciente de que el próximo movimiento podría ser el que la lanzara al vacío.

Cada... vez... más... cerca...— ¿Estás... bien?

Santana respiraba con dificultad la última palabra salió de su boca como un grito, cuando Britt le clavó los afilados tacones en el trasero esta echó la cabeza hacia atrás y dijo algunas palabras sin sentido antes de alcanzar el orgasmo unas potentes oleadas la sacudieron, desde donde estaban unidas hasta el último rincón de su cuerpo, hasta que cada una de sus células vibró. Al notar como sus dedos eran aprisionados por Britt, Santana no tardó en seguirla con dos fuertes embestidas más de sus dedos, se sacudió espasmódicamente, mientras gritaba el nombre de Britt contra su cuello—Estaba preocupada —susurró ella poco después.

Estaba tumbada de espaldas en el centro de la gran cama, con su amada acurrucada a su lado, con la cabeza apoyada sobre sus pechos— ¿Por qué?

—No abrías los ojos no decías nada estaba preocupada por si estaba siendo demasiado brusca.

Britt le acarició el abdomen, recorriéndole lentamente bajo del ombligo—No me has hecho daño. Ha sido... distinto. Más intenso. Cada vez que movías tus dedos... tenía unas sensaciones increíbles. No podía abrir los ojos.

Santana sonrió aliviada y le besó la frente—En esa postura de los dedos pueden llegar más adentro. Y no te olvides de los preliminares en el museo. Ni te imaginas lo que me ha costado mantener las manos quietas durante la cena.

—Porque sabías que iba sin bragas.

—Porque te deseo Siempre.

—Cada vez que estamos juntas, es mejor que la vez anterior —susurró Britt.

—Pero nunca dices mi nombre —le hizo notar ella, melancólica.

—Digo tu nombre constantemente. Me extraña que no me hayas pedido que te llame San o Tana o Profesora.

—No me refería a eso lo que quería decir es que nunca dices mi nombre...cuando te corres.
Ella la miró a la cara, sorprendida. Su expresión armonizaba con su tono de voz, algo melancólica la máscara de confianza había desaparecido—Para mí, tu nombre es sinónimo de orgasmos. Voy a empezar a llamarlos Santiorgasmos.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora