El martes por la noche, Britt mantuvo una tensa conversación con su padre sobre los acontecimientos del fin de semana lo llamó desde su iPhone nuevo, explicándole por qué había tenido que cambiar de número, el hombre llevaba tres días tratando de hablar con ella sin conseguirlo y estaba enfadado.
—Papá, he tenido que cambiarme de número porque Kitty me llamó.
— ¿Ah, sí? —-El tono de voz de Tom era receloso.
—Pues sí. Me dijo que tú se lo habías dado. Me llamó y me estuvo acosando.
—Menuda cabrona -murmuró su padre.
—Te doy el nuevo número, pero no quiero que se lo des a nadie, especialmente a Deb. A la que te descuides, ya se lo habrá dado a Natalie.
Tom seguía refunfuñando, como si se hubiera olvidado de que estaba hablando con alguien—No te preocupes por Deb.
— ¡Sí, papá, claro que me preocupo! Su hija sigue hablando con Kitty ¿Y si le dice que vuelvo ahí para Acción de Gracias? ¡Podría presentarse en casa!
—Estás exagerando. No va a hacer eso. La semana pasada tuvimos una conversación muy agradable. Fue muy educada. Me dijo que todavía tenías algunas cosas suyas. No quería molestarte, pero yo le di tu número y le dije que no te importaría que te llamara.
—¡No tengo absolutamente nada suyo! Y aunque no fuera así, sabes que no quiero hablar con ella no es una buena persona, papá. Cuando habla contigo finge. Conmigo es una persona totalmente distinta -trató de explicarle Britt, que había empezado a temblar.
-— ¿Estás segura de que no fue un malentendido?
—Es difícil malinterpretar el acoso y las amenazas, papá. No volverá a hablar conmigo. Nunca seremos amigas. Lo que hizo no se arregla con una disculpa.
Tom suspiró–-De acuerdo, Britt, lo siento no le daré tu número a nadie pero ¿estás segura de que no quieres ofrecerle a Kitty una segunda oportunidad? Es de muy buena familia... Y todos cometemos errores.
Ella puso los ojos en blanco le apetecía mucho ponerse en plan revanchista le apetecía preguntarle a su padre si él habría perdonado a su madre si hubiera presenciado lo que ella misma vio una tarde al volver a casa: a su madre doblada encima de la mesa de la cocina, con uno de sus amigos detrás pero no era una persona vengativa, así que no lo hizo—Papá, que sea la hija de un senador no quiere decir que no pueda ser una hija de puta al mismo tiempo. Lo nuestro está roto. No se puede reparar, créeme.
Tom soltó el aire ruidosamente—De acuerdo. ¿Cuándo llegarás?
—El jueves.
— ¿Vendrás con Rachel y Aarón?
—Ése es el plan. Y con Santana también —-respondió ella, tratando de sonar convincente.
—Mantente cerca de Aarón y alejada de Santana.
-— ¿Por qué?
-—Es una manzana podrida. Me sorprende que no esté en la cárcel. Menos mal que se trasladó a Canadá.
Britt negó con la cabeza—-Si fuera una delincuente, los canadienses no le habrían dado visado de trabajo.
-–Los canadienses dejan entrar a todo el mundo hasta a los terroristas.
Britt suspiró resignada y empezó a concretar con él los detalles de su visita esperando que, por una vez en su vida, su padre cumpliera sus promesas.
Tras otro seminario durante el cual Quinn no paró de coquetear abiertamente con Santana, Britt volvió a su apartamento con Lucy, que seguía igual de amable y simpática con ella comentaron el nuevo vestuario y las botas de tacón de Quinn, cuyo estilo podría bautizarse como: «Deja que te seduzca antes de que me suspendas» Al llegar a la puerta, se despidieron. Britt se preparó una cena sencilla a base de sopa de pollo con fideos y té Lady Grey y se la tomó admirando sus regalos de cumpleaños tras la interrupción de Kitty, Santana le había dado una copa de vino y había insistido en que se relajara junto al fuego mientras ella servía la cena tras ésta, había encendido las velas del pastel y le había dado sus regalos antes de irse juntos a la cama.