Capitulo 32

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Britt se despertó a la mañana siguiente desnuda O eso le pareció estaban en la cama de Santana, con las piernas entrelazadas tenía la cabeza apoyada en el hombro de Santana y uno de sus brazos alrededor de las caderas recorrió la espalda de ella con la mano hasta comprobar que no estaba desnuda al bajar la vista, vio que ella llevaba puesto el conjunto rosa de sujetador y braguitas en sus sueños, se habían metido en la cama desnudas y habían hecho el amor horas y horas. Santana se había colocado encima de ella y la había capturado con la mirada, como si fuera un imán, mientras la penetraba con sus dedos lentamente hasta que se habían convertido en un solo ser en un círculo eterno sin principio ni fin la había adorado con su cuerpo y sus palabras había sido más bonito y emotivo que en sus sueños anteriores pero no había sido más que eso otro sueño suspiró y cerró los ojos, recordando los acontecimientos de la noche anterior el dolor y el alivio llenaron su corazón  Dolor por la pérdida de Santana y por la desesperación que la torturaba y alivio porque ya no quedaban secretos que se interpusieran entre ellas. Santana murmuró su nombre, mientras los ojos se le movían bajo los párpados muy de prisa estaba profundamente dormida la noche anterior había sido agotadora para ella se había desmoronado liberándose de su abrazo con mucho cuidado, se levantó para ir al baño al mirarse en el espejo, vio que tenía el pelo alborotado, el rímel corrido y los labios hinchados por los besos. Santana le había dejado varias marcas en el cuello y el pecho, muy ligeras, que no le dolían en absoluto había sido una amante considerada pero entusiasta se lavó la cara y se cepilló el pelo, recogiéndoselo en una cola alta en vez del albornoz lila, se puso provocativamente una camisa de Santana. Recogió el Globe and Mail del rellano y saludó con la mano al nervioso vecino, que la miró boquiabierto con sus gafas sin montura, antes de desaparecer en su casa como un ratón asustado, no estaba acostumbrado a ver tanta belleza tan temprano.

Además, llevaba sólo unos pantalones de pijama con dibujos de Superman cuando Britt entró en la cocina, se la encontró hecha un desastre, ya que la noche anterior habían estado demasiado distraídas como para ocuparse de temas tan prosaicos tras darse el lujo de disfrutar de un trozo de tarta de manzana con queso cheddar de Vermont, se dedicó a devolver al apartamento de Santana su esplendor inicial le llevó más rato del que había previsto cuando la cocina estuvo inmaculada y, en vista de que ella seguía durmiendo, se sirvió una gran taza de café y se sentó a leer el periódico en la butaca frente al fuego la imagen de su blusa tirada en el suelo junto a la camisa Oxford de Santana la hizo ruborizarse y sonreír al mismo tiempo «Por desgracia, eso es más de lo que podemos hacer tú o yo», pensó, recordando el poema sobre la pulga. Santana se había detenido ella se habría entregado gustosa a ella porque la amaba, para Britt, no se trataba de saber si se entregaría a ella, sino sólo de cuándo pero Santana había murmurado algo ininteligible contra su pecho desnudo y se había detenido tenía tanto miedo de que ella la abandonara cuando descubriera su relación con Paulina y la trágica pérdida de su hija pero su confesión, lejos de apartarlas, las había unido aún más al menos, Britt había logrado convencerla de eso «Y tal vez, dentro de tres días, estaremos tan unidas como puede estarlo una pareja.» Faltaban dos días para que salieran de viaje hacia Italia y ella la acompañaría a la conferencia como su novia. Y cuando su estancia en Florencia llegara a su fin, tal vez pudiesen visitar Venecia o la región de Umbría como amantes a pesar de las revelaciones de la noche anterior, se sentía muy cómoda y a gusto en la butaca de Santana y con su camisa estaba segura de que se pertenecían la una a la otra mientras los hados no conspiraran en su contra, serían felices juntas. O eso esperaba. Aunque saber que Paulina tenía la capacidad de poner la vida de Santana patas arriba con una simple llamada telefónica no era muy tranquilizador.
Una hora más tarde, Santana apareció en el salón, rascándose la cabeza y bostezando el pelo le había quedado disparado en todas direcciones, excepto un rizo perfecto que se había enamorado de su frente llevaba unos vaqueros gastados y las gafas, y un sujetador negro y nada más ni siquiera calcetines (Incluso los pies de Santana eran atractivos.)

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora