Capitulo 40

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A la mañana siguiente, Shelby Berry miraba con preocupación a su hija y a la joven a la que amaba. Su marido, Ted, trataba de animar la conversación hablando sobre la vaca enferma a la que habían tenido que atender la noche anterior. Mientras, Tom trataba de meterse en la boca un donuts casero sin parecer un bárbaro, pero fracasó.

Después del desayuno, la cocina se vació como si fuera un galeón lleno de ratas que acabara de llegar a puerto Lucy y Britt se quedaron solas, sentadas la una frente a la otra, removiéndose incómodas en su asiento, con la vista clavada en sus respectivos cafés con leche.

Britt rompió el silencio—Lo siento mucho.

—Yo también.

Mordisqueándose el labio inferior, Britt alzó la vista, preguntándose si Lucy estaría enfadada o resentida. O ambas cosas. Pero no parecía que sintiera nada de eso. Sus ojos oscuros, aunque la miraban derrotados, seguían brillando con amabilidad—Tenía que intentarlo. No quería esperar a que hubieras encontrado a otra persona. Pero no volveré a sacar el tema. —Se encogió de hombros y frunció los labios, resignada—. No te preocupes. No volveré a ponerte en un compromiso.

Echándose hacia adelante en la mesa, Britt le apretó la mano—No me pusiste en un compromiso. Y sé que tendríamos una buena vida juntas. Yo también te aprecio, pero te mereces algo más. Te mereces compartir la vida con alguien que te corresponda.

Soltándose de ella, Lu salió de la cocina— ¿Podrías explicarme por qué está tan callada? —Tom se volvió hacia Britt, mientras esperaban a que Lucy saliera del lavabo en una estación de servicio de New Hampshire.

—Quiere más de lo que puedo darle.

Su padre entornó los ojos, mirando al horizonte—Parece una buena mujer y viene de una buena familia. ¿Qué problema hay? ¿Tienes algo contra las vacas?

Estaba tratando de hacerla reír, pero al ver que sus palabras tenían el efecto contrario, alzó las manos en señal de rendición—No me hagas caso, soy un idiota. También pensaba que la hija del senador era un buen partido, así que ya ves. Mejor me muerdo la lengua.

Antes de que Britt pudiera tranquilizarlo, Lucy volvió del baño, poniendo fin a la conversación corazón a corazón entre padre e hija.

Dos días más tarde, Britt estaba ante la puerta de su nueva casa, despidiéndose de Lucy y sintiéndose mucho peor que cuando la había rechazado en la cocina de sus padres en ningún momento ella se había mostrado fría, maleducada ni rencorosa. Y no había retirado su oferta de acompañarlos a Cambridge para ayudarla con la mudanza.

Incluso le había conseguido una entrevista de trabajo en el moderno café que había enfrente de su casa la anterior ocupante del apartamento acababa de dejar su trabajo allí y Lucy le propuso al dueño que contratara a Britt, consciente de que ella necesitaba el dinero.

Esos dos días había dormido en el suelo del apartamento sin protestar Lucy se había portado de un modo tan intachable que Britt se sentía peor que nunca. ¿Estaba tomando la decisión correcta?

Sabía que elegirlo a ella era apostar a caballo ganador. La vida a su lado sería fácil, segura. El corazón se le curaría y no volvería a sufrir más heridas. Pero si se quedaba con Lu se estaría conformando sólo con tener una buena vida, no una vida excepcional. Pero incluso si nunca lograba una vida excepcional, prefería que su existencia fuera como la de Katherine Picton y no como la de su madre.

Al casarse con una buena mujer sin estar apasionadamente enamorada de ella, la estaría estafando y se estaría estafando a sí misma. Y no era tan egoísta—Adiós.

Licy la abrazó con fuerza antes de soltarla y mirarla fijamente. Tal vez quería asegurarse de que no hubiera cambiado de opinión—Adiós. Gracias por todo. No sé qué habría hecho sin ti durante todos estos meses.

El infierno de Santana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora