Los cuerpos de las dos casi amantes estaban enredados en la gran cama, con las piernas desnudas entrelazadas bajo la colcha de seda de color azul hielo y las sábanas blancas de la casa Frette.
Britt murmuraba en sueños, dando vueltas inquieta, Santana permanecía inmóvil, disfrutando de su compañía podría haberla perdido.
Tumbada a su lado, era muy consciente de que esa noche habría podido acabar de un modo muy distinto, Britt habría podido no perdonarla nada la obligaba a aceptarla pero lo había hecho tal vez podía empezar a tener esperanzas...— ¿Santana? Creyendo que seguía dormida, Santana no respondió eran las tres de la madrugada y el dormitorio estaba envuelto en sombras rotas tan sólo por las luces de la ciudad que se colaban a través de las cortinas. Britt se volvió hacia ella— ¿Santana? —susurró—. ¿Estás despierta?—Sí. Todo va bien, cariño. Duérmete —le dijo, besándola suavemente y acariciándole el pelo.
Ella se apoyó en un codo—Estoy muy despierta.
—Yo también.
— ¿Podemos... podemos hablar?
Ella se apoyó en un codo también—Por supuesto. ¿Pasa algo?
— ¿Eres más feliz ahora que hace un tiempo?
Santana se la quedó mirando un instante antes de darle un golpecito en la nariz— ¿A qué viene esa pregunta tan profunda en mitad de la noche?
—Has dicho que el año pasado eras muy infeliz me preguntaba si serías más feliz ahora.
—No soy una gran experta en felicidad ¿Y tú?Britt retorció el dobladillo de la sábana—Intento serlo trato de disfrutar de las cosas pequeñas la tarta me ha hecho muy feliz.
—De haberlo sabido, la habría encargado antes.
— ¿Por qué no eres feliz ahora?—Cambié mi primogenitura por un plato de lentejas.
— ¿Estás citando las Escrituras? —preguntó ella, incrédula.Santana se puso a la defensiva—No soy una pagana, Brittany me criaron en la fe episcopalista Richard y Grace eran muy devotos, ¿no lo sabías? — Britt asintió lo había olvidado la expresión de Santana era muy seria—Aunque por mi modo de vida no lo parezca, sigo siendo creyente sé que eso me convierte en una hipócrita.
—Todos los creyentes somos hipócritas, porque no estamos a la altura de nuestras creencias yo también creo, aunque no se me da demasiado bien sólo voy a misa cuando estoy triste, en Navidad o en Semana Santa—Buscó la mano de Santana y se la apretó con fuerza— Si todavía crees, debes tener esperanza tienes que confiar en que la felicidad te llegará algún día.
Santana le soltó la mano y, tumbándose de espaldas, se quedó mirando el techo—He perdido mi alma, Brittany.
— ¿Qué quieres decir?—Estás contemplando a una de esas almas que han cometido pecados demasiado graves como para ser perdonadas.
—No lo entiendo.
Santana suspiró—Estoy más cerca de ser un demonio que un ángel y no puedo esperar redención, porque he hecho cosas imperdonables.
— ¿Te refieres a lo que pasó con la profesora Singer?
Ella se echó a reír sin ganas—Ojalá ésos fueran mis pecados más graves. No, Britt he hecho cosas mucho peores por favor, acepta mi palabra y no me preguntes más—Britt se acercó un poco más los delicados rasgos de su rostro estaban contraídos de preocupación mientras ella se preguntaba qué le estaría ocultando, Santana trataba de perdonar acariciándole el brazo—Sé que no te gusta que te oculte cosas y sé también que no podré ocultártelas para siempre, pero te ruego que me des un poco más de tiempo—Soltó el aire lentamente y bajó la voz— Te prometo que no te haré el amor sin haberte contado antes quién soy.