Capítulo 3: Dioses y Reyes.

1 0 0
                                    


Hace tres semanas.

En el planeta Ury cuna de los Urianos. Los primeros creados. Se asentaba como un lugar lleno de guerras internas que no les hizo evolucionar a etapas avanzadas. Al contrario. Su evolución fue mermada a un nivel inferior al de cualquier otra raza en la galaxia. Apolo nunca guió a su pueblo como uno de los grandes dioses. Tampoco le interesó. Solamente les inculcó el afán de guerra y así lo evolucionaron pero a un precio alto.

Su tecnología se vio afectada. No fue como las otras razas si no que al solo pensar en matarse llegó un momento en que se estancaron armamentisticamente. Las mentes más brillantes iban a la guerra. Las menos brillantes también. Si morían quienes podían llevar a la civilización hacia adelante sin hacer cambios solo creaba un estancamiento. Eso eran los Urianos. La raza menos evolucionada de la galaxia pese a ser los primeros creados.

Pero poco les importaba a los dioses. Poco les importaba a los Regis. Poco les importaba a ellos mismos no ser evolucionados. Solo quieren pelear. Matarse. Sangre.

Pero esta historia no se centrará en todos los Urianos si no en una pareja de hermanos. Unos hermanos un tanto especiales. ¿Sus nombres? Sanda y Shasta. Gemelos nacidos de una aventura del rey Bogdan con una guerrera que derrotó en un combate hace años. Necesitaba descendencia y tuvo descendencia con una guerrera a la que sometió en combate. Le cortó los tendones de las piernas y muñecas tras el combate, le quitó los dientes y la alimentaba solo dándole purés. No quería que se quitara la vida antes de dar a luz a su prole. Era algo común en el planeta Ury. Eran Urianos llenos de sed de sangre.

Shasta era conocido como el carnicero. Aquel que derrotó a un ejército por sí solo sin ayuda de nadie. Solo usando su fuerza bruta. Su poder se decía que era equiparable al del Dios Apolo.

Sanda era conocida por su sadismo. Disfrutaba torturando a las víctimas. Todos luchaban para que fuera su reproductora. Pero estaba bien entrenada. Con su mirada agresiva y con su corta cabellera color ocre era la más deseada para la reproducción. Sus genes de guerrera la hacian deseable para el resto. No era raro que cada día tuviera que librar varios combates para continuar ella siendo ella.

Solo se respetaban el uno al otro.

—Hermanito. A ver veamos... ¿Como diantes hacemos esto?— Sonrió pícaramente.

—A ver podemos o ir a lo formal y hacer un combate como hacemos cada día o ir a lo simple y rápido.

— ¿Para que me metas la paliza de mi vida como haces siempre?

—Puede. Para qué mentir.

Shasta y Sanda llevaban una armadura ligera de cuero y ambos portaban en sus cinturones una espada ligera. Ni grandes armas ni armas especiales. Armas normales y corrientes para seres no excepcionales.

Sanda era de la escuela de la técnica del desenvainado y Shasta era de la escuela de la técnica primitiva. Movimientos erráticos y toscos que generaban aberturas pero que servían para aprovecharse de ellas.

Sanda desenvainó su espada lanzando un tajo que se dirigía a la cabeza de su hermano y este parando el golpe lanzando la funda de su espada al aire agarró a Sanda por la mano que tenía libre sin espada y comenzó a doblarsela mientras la apoyaba contra la pared.

Sanda le propicio un rodillazo en sus testículos que le hizo al joven desequilibrarse y caer sin aire al suelo. Sanda le puso la espada al cuello.

—Parece que he ganado el combate y de una manera... Agradable— Sonrió mientras envainó su espada.

Le pegó una patada a Shasta que lo tumbó contra el suelo mientras ella se subía encima de él y comenzaba a dejar su espada a un lado.

—Hermano...— Dijo mientras comenzaba a desabrochar la blusa de Shasta— Creo que ya es hora de que...

—Llevaba todo el día deseando esto— Sonrió.

Sanda acercó sus manos al pecho de Shasta mientras bajaba lentamente y comenzaba a hacerle cosquillas por todo el cuerpo. Shasta comenzaba a reírse como un loco. Mientras su hermana disfrutaba de hacerle cosquillas. Una pequeña diversión que disfrutaban ambos pues en su sociedad la risa estaba mal vista pero a ellos les gustaba divertirse. Reírse. Eran unos críos en un mundo sediento de sangre los cuales se vieron obligados a convertirse en máquinas de matar.

Pero cuando ellos jugaban. Cuando ellos se reían juntos sus tradiciones les daba igual. Ellos solo querían disfrutar de la risa y divertirse juntos.

Algo esa noche era anormal. Shasta observaba todo desde la lejanía mientras observaba el planeta en la noche. Ni un ruido, nada. Eso le inquietaba. Enfundó su espada y salió en calzoncillos al bosque. De todas formas no había nadie a parte de su hermana que fuera un rival digno. Solo eran segundones.

El bosque era oscuro, no había ningún ruido, no había nada más que el silencio de la noche que fue destruido en un segundo por algo que golpeó a Shasta por la espalda.

A la mañana siguiente a Sanda se le dio la noticia de que su hermano se había aventurado al bosque y que había desaparecido.

La saga de los Guerreros de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora