La saga de los Guerreros de Fuego.

Capítulo 3: La cita.

—Con lo que esto es Valencia— dijo Atriane mientras iba agarrada a la mano de Ryu— Pues sinceramente es bastante bonita.

—Sin lugar a dudas nuestro hijo tiene un gusto excelente.

La plaza de la virgen de Valencia estaba completamente llena pero con la catedral a un lado, la fuente a otro y los árboles coronando un pequeño parque en el que los dos observaban.

—Y me sorprende el lenguaje— dijo Atriane.

—Me imagino que esto se debera a que habrá forzado que en cada lugar del universo haya tenido una evolución dialectal igual al de nuestro universo de origen generando así que todos compartan los mismos idiomas en común.

—Que listo nuestro chico— Dijo atriane con una sonrisa mientras besaba a Ryu en la mejilla.

La pareja al fin podía ser feliz sin que hubiera algo amenazando su vida. Era una sensación extraña pero no echaban de menos los días de combates aunque hubiesen sido convocados para combatir este nuevo universo.

Comenzaron a observar a la gente de alrededor y parecía bastante feliz de estar alli. No veían indicios de tiranía de ningún tipo, ni de sufrimiento ni nada por el estilo. Veían personas normales y corrientes viviendo sus vidas a diferencia del universo del que venían que tenía demasiada desigualdad. Demasiada tiranía y una guerra constante.

—Igual no está tan mal este mundo...

—Sin duda...

Sinceramente, ¿Y si de verdad Arthas había logrado hacer felices a todos en este nuevo universo? ¿Por qué diablos tenían que parar a su hijo si realmente no veían que estuviese haciendo nada malo?

Venganza... ¿Acaso era tan importante la venganza? ¿Merecía destruir todo lo bueno que hubiese hecho su hijo solo por venganza? La autora así lo creía. Si lograban derrotar a Arthas todo se podía llevar a cabo para que ella consiguiera su ansiado final feliz.

—Bueno Ryu— Dijo mientras abrazaba el brazo de su amado— ¿Y si vamos a ver un poco más de la ciudad?

El Nacido para Morir asistió a la petición de la Eldariana mientras ambos se ponían a ver la ciudad.

Finalmente a ambos les entró un poco de hambre y se pararon en frente de un puesto de helados.