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ᵖᵒᵛ ᴮᵃˣᵗᵉʳ﹒⌗﹒🌊﹒౨ৎ˚₊‧

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ᵖᵒᵛ ᴮᵃˣᵗᵉʳ
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La miré de reojo mientras pedaleábamos en silencio. Tenía las mejillas sonrojadas por el aire fresco y su cabello volaba un poco con el viento. Había algo en su forma de mirar el camino, concentrada pero curiosa, que me hizo sonreír. Era esa Ava, la que siempre había querido ver de cerca: la que se permitía sentir, aunque no dijera mucho.

—¿A dónde vamos? —preguntó de nuevo, con esa voz suya que siempre me desarmaba.

—Ya vas a ver —le respondí, esquivando sus ojos a propósito. No quería decirle hasta que estuviéramos ahí. Quería ver su reacción.

A los pocos minutos, doblamos por una calle lateral hasta llegar a un callejón largo que terminaba en una construcción baja, cubierta de grafitis y madera envejecida. Me bajé de la bici y le hice una seña con la cabeza. Ella me siguió.

Abrí la puerta del taller. El olor a sal, resina y pintura me envolvió como un viejo abrigo. El lugar estaba en silencio, solo el zumbido del neón sobre nuestras cabezas y el sonido de nuestras pisadas sobre el concreto.

Ava entró y sus ojos se iluminaron como si tuviera cinco años otra vez. Caminaba despacio, mirando las tablas colgadas, las herramientas, los diseños en las paredes. Parecía fascinada.

—Wow... —dijo, con una mezcla de sorpresa y emoción en la voz—. ¿Eres un shaper? Nunca me dijiste...

Me encogí de hombros, sonriendo con algo de orgullo.

—Estoy aprendiendo —respondí—, pero llevo años metido en esto. Aprendí en Queensland, antes de que nos mudáramos. Es un buen lugar para escaparse. Nadie habla, solo se trabaja... Me gusta eso.

Ella asintió en silencio, con ternura. Caminó hasta una tabla apoyada contra la pared, todavía sin terminar, con líneas suaves y diseño limpio. La miró con atención y luego me miró a mí.

—¿Tú hiciste esto?

—Sí —asentí, acercándome—. Solo falta el engrose. El acabado final.

Me miró como si acabara de decirle que había construido una nave espacial. Me encantaba ese gesto en su cara. Como si el mundo pudiera ser más de lo que esperaba.

En ese momento, me di cuenta de cuánto extrañaba su presencia. No solo porque me gustaba —que lo hacía, demasiado—, sino porque, en un lugar como ese, ella parecía encajar. No necesitábamos hablar mucho. Solo estar ahí, compartiendo ese momento, bastaba.

—Lindo color —dijo Ava, con una sonrisa suave, tocando apenas el borde de la tabla con la yema de los dedos.

Me apoyé contra la mesa de trabajo y solté una pequeña risa, mirando cómo se le iluminaban los ojos con cada detalle.

𝘌𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘖𝘭𝘢𝘴 𝘺 𝘊𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰𝘯𝘦𝘴 ||  Baxter RadicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora