«El 28 de julio de 1976 Sandoval se agarró una curda de padre y señor nuestroque me salvó la vida».Chaparro relee la frase con que encabeza un nuevo capítulo y duda. ¿Es buena para dar inicio a este tramo de la historia? No termina de convencerlo, pero noencuentra otra mejor. Son varias las objeciones que le nacen contra ella. La másfuerte apunta a la idea que intenta transmitir, ni más ni menos. ¿Puede un solo actohumano, en este caso una curda, ser la causa eficiente que cambie el destino de otroser, suponiendo que exista tal cosa llamada destino? Y, además, ¿qué es eso de«salvar la vida»? A Chaparro no le agrada esa frase hecha. Algo del escéptico quecarga bajo la piel le dice que prolongar algo no es sinónimo de salvarlo. Y otra cosa:¿quién le garantiza que fue la mamúa de Sandoval, y no algún otro encadenamientoimperceptible de circunstancias, lo que impidió que Chaparro volviese a su casa esanoche de junio?De todos modos, es factible que esa frase persista al principio del capítulo.Sandoval fue uno de los mejores tipos con los que se cruzó en la vida. Le agrada laidea de deberle a él, aun a sus flaquezas, el no haber terminado esa jornada tirado enun zanjón con dos disparos en la nuca. Y como no deseaba morir entonces, ni ahora,puede transigir con eso de su vida «salvada» por la tranca cósmica que decidiózamparse Sandoval aquella noche.Chaparro se siente en un brete parecido al de los comienzos de esta narración,cuando no sabía por dónde comenzar a contar esa historia. Al unísono lo asaltanvarias imágenes: el espectáculo de su departamento destrozado; Báez sentado frente aél en un tugurio de Rafael Castillo; un tinglado en pleno campo cerrado con un altoportón corredizo; una ruta solitaria y nocturna, iluminada por dos faros potentes, vistaa través del parabrisas de un ómnibus; Sandoval demoliendo concienzudamente unbar de la calle Venezuela.No obstante, supone que este aprieto narrativo no es tan grave como el quepadeció al principio. Este caos le ocurrió a él, no tiene que ir a buscarlo a las vidas delos otros. Y además las cosas no le ocurrieron en simultáneo. Fueron sucesivas:seguro que impactantes, tal vez hasta desgarradoras, pero tienen un orden cronológicodel cual puede asirse para contarlas. Lo mejor será, concluye, respetar ese orden.Primero Sandoval destroza un bar de la calle Venezuela. Después Chaparroencuentra su departamento hecho trizas. Luego habla con Báez en un tuguriomaloliente de Rafael Castillo. Más tarde se sienta en el primer asiento de un microque cruza la noche. Y después, muchos años después, se topa con el alto portóncorredizo de un tinglado, en pleno campo.
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La pregunta de sus ojos
Mystery / ThrillerHace treinta años, Benjamín Chaparro era prosecretario en un juzgado de instrucción y llegó a su oficina la causa de un homicidio que no pudo olvidar. Ahora, jubilado, repasa su vida, las instancias de ese caso y sus insospechadas derivaciones, y la...