En febrero de 1987 ingresé a trabajar como empleado en el Juzgado Nacional dePrimera Instancia en lo Criminal de Sentencia «Q», de la Capital Federal. Unamañana cualquiera mis compañeros más experimentados me contaron una viejaanécdota: a raíz de la amnistía para presos políticos que el gobierno de Cámpora dictóen 1973, y en circunstancias que siempre quedaron en la más completa oscuridad,salió en libertad un preso común que estaba detenido en la cárcel de Devoto a laorden del Juzgado. Se lo acusaba de delitos muy graves, y lo aguardaba unalarguísima condena. Sin embargo, y sin que nadie supiera nunca el motivo, salió enlibertad aquella jornada.Tiempo después recordé esa historia, y en mi imaginación se le sumaroninnumerables hechos y situaciones que, aunque inventados, podían encajar comoposibles antecedentes y consecuencias de la liberación injusta de un homicidaconvicto.Por lo demás, la historia que se narra en estas páginas es enteramente ficticia,como lo son todos sus personajes. De hecho, a fines de la década de los sesenta lassecretarías n.º 18 y n.º 19 pertenecían a un Juzgado de Sentencia, y no a uno deInstrucción. Además, no existía ningún Juzgado en lo Criminal de Instrucción, en laCapital Federal, que llevase el n.º 41. En cuanto a la sangrienta Argentina de los añossetenta, que de tanto en tanto se asoma como telón de fondo de estas páginas, ojaláfuese igual de ficticia, igual de inexistente.De todos modos, no puedo terminar estas líneas sin dedicar un afectuosísimorecuerdo a quienes trabajaron conmigo en el Juzgado de Sentencia «Q»; sobre todo amis compañeros de la Secretaría n.º 19: Juan Carlos Travieso, Evangelina Lasala,Jorge Riva, Edy Pichot y Cristina Lara. Para esta última valga también mi profundoagradecimiento por la inapreciable ayuda que me brindó a la hora de precisar unsinnúmero de detalles jurídicos y procedimentales que resultaron necesarios para darsolidez y verosimilitud a esta historia. Si guardo un recuerdo tan grato de aquellaépoca se lo debo fundamentalmente a todos ellos.
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La pregunta de sus ojos
Gizem / GerilimHace treinta años, Benjamín Chaparro era prosecretario en un juzgado de instrucción y llegó a su oficina la causa de un homicidio que no pudo olvidar. Ahora, jubilado, repasa su vida, las instancias de ese caso y sus insospechadas derivaciones, y la...