El 26 de mayo de 1973 Sandoval y yo nos quedamos trabajando hasta tarde, y aunqueno tenía ni idea de qué estaba pasando, la historia de Morales y de Gómez acababa deponerse a rodar nuevamente.Ya era de noche cuando se abrió la puerta de la Secretaría y entró unguardiacárcel.—Servicio Penitenciario. Buenas tardes —saludó identificándose, como si suuniforme gris con insignias rojas no fuese suficiente credencial.—Buenas tardes —respondí. ¿Qué hora era?—Yo lo atiendo —me avisó Sandoval, y se encaminó a la mesa de entradas.—Pensé que capaz que ya no encontraba a nadie. Por la hora, digo.—Y... la verdad —dijo Sandoval mientras buscaba el sello para estamparlo en ellibro de recibos que cargaba el otro y que en ese momento le ofrecía señalando elsitio donde debía firmar.—Hasta luego —saludó el guardia una vez que Sandoval le puso el sello.—Adiós —contesté. Sandoval no respondió porque estaba leyendo el oficio queacababa de llegar.—¿De qué se trata? —le pregunté. No me contestó. ¿Era muy largo o lo estabareleyendo? Insistí—: Pablo... ¿qué dice?Giró con el oficio en la mano y se acercó a mi escritorio. Me extendió la hoja, quellevaba el membrete y los sellos del Servicio Penitenciario y los de la unidadcarcelaria de Villa Devoto.—Acaban de soltar al hijo de puta de Isidoro Gómez —dijo en un murmullo.
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La pregunta de sus ojos
Mystery / ThrillerHace treinta años, Benjamín Chaparro era prosecretario en un juzgado de instrucción y llegó a su oficina la causa de un homicidio que no pudo olvidar. Ahora, jubilado, repasa su vida, las instancias de ese caso y sus insospechadas derivaciones, y la...