Sofía, Andrea y Arturito llegan al Rancho Valverde.
-¿Cómo os ha ido en el Rancho Gallardo?-pregunta Emilio Valverde.
-Nos ha ido mal.-responde Sofía llorando.
-¿Por qué?-pregunta Emilio Valverde.
-Porque Arturo y Samuel, se han ido y no han dicho donde se han ido. Solo han dicho que no creen que nuestros hijos, sean sus hijos.-responde Andrea llorando.
-No os preocupéis, me tenéis a mí. Yo os voy a ayudar en todo lo que necesitéis.-dice Emilio Valverde.
-Gracias, señor Valverde. Pero, nosotros, no nos podemos quedar aquí para siempre.-dice Andrea.
-Si podríais. Andrea, quiero proponerte una cosa y no quiero que pienses que quiero algo más contigo. Yo, ya te he dicho que os veo a las dos como a unas hijas y a vuestros hijos, como a unos nietos. Pero, creo que la solución, para que tu hija tenga un apellido, es que te cases conmigo.-dice Emilio Valverde.
-Señor Valverde, se lo agradezco, pero no puedo aceptar su propuesta.-dice Andrea.
-Por favor, piénsalo. Te convertirías en la dueña de esta casa. No vamos a dormir en la misma habitación, no tienes que preocuparte por eso. Como ya te he dicho, os veo como a unas hijas y a vuestros hijos como a unos nietos.-dice Emilio Valverde.
-Acepto la propuesta de casarme con usted, porque quiero que mi hija tenga un apellido.-dice Andrea.
-Me alegra, que aceptes. Nos casamos esta tarde. Tengo influencias en el juzgado y nos pueden casar ya.-dice Emilio Valverde.
-Yo, me alegro de que os vayáis a casar. Así, mi sobrino va a tener un apellido y un abuelo.-dice Sofía.
-Gracias, señor Valverde.-dice Andrea.
Por la tarde, Emilio Valverde y Andrea, se casan. Después, van al Rancho Valverde a celebrar la boda. Emilio Valverde, entra a su despacho para atender una llamada, su hija Isadora lo está esperando, no puede creer que su padre, se haya casado con Andrea del Junco, ni que Sofía del Junco, esté viviendo en el Rancho Valverde y para evitar que sigan viviendo allí, le pega un tiro a su padre. Sofía y Andrea, que están en el salón, escuchan el disparo y van al despacho de Emilio Valverde, ven a Isadora con una pistola en la mano y a Emilio Valverde, con un disparo en el pecho, tendido en el suelo. Sofía, que es veterinaria, intenta detener la sangre de la herida de Emilio Valverde. Andrea, llama a la policía, mientras que Isadora, sigue con la pistola en la mano. Después, llega la policía y se llevan detenida a Isadora. Pasan los días y se lee, el testamento de Emilio Valverde, donde la heredera universal de todos sus bienes es Andrea, ya que Emilio Valverde, cambió su testamento el día que Isadora, lo mató.
Arturo y Samuel, ya están en París, Samuel lee un periódico donde viene la noticia de que Emilio Valverde y Andrea del Junco, se han casado, pero que él, murió la misma tarde de su boda porque su hija Isadora Valverde, lo mató y que Andrea, es la heredera universal de todos los bienes de Emilio Valverde.
-No puedo creer que haya estado casado con una asesina.-dice Arturo.
-No creo que Isadora, haya sido capaz de matar a su propio padre.-dice Samuel.
-¿Quién piensas qué lo ha podido matar?-pregunta Arturo.
-Andrea, que casualmente es la heredera universal de todos los bienes del señor Valverde.-responde Samuel.
-Andrea, no sería capaz de matar a nadie. Una cosa, es que te haya puesto los cuernos y otra cosa, es que sea capaz de matar a alguien.-dice Arturo.
-Yo, ya no sé que pensar. Pero, está claro que a ella, era a la que más le convenía que el señor Valverde, se muriera, para heredar todos sus bienes.-dice Samuel.
-Piensa lo que quieras. Ya no las vamos a volver a ver. Por lo que pone ahí, Sofía y Arturito, también están viviendo en el Rancho Valverde.-dice Arturo.
-El hijo de Andrea, puede que no sea de Horacio y que sea hijo del señor Valverde, por eso se casó con él.-dice Samuel.
-Yo creo que deberías de asegurarte que el hijo que está esperando Andrea, no sea tu hijo.-dice Arturo.
-Lo mismo te digo yo, de Arturito. Tú, también te deberías de asegurar que Arturito, no sea tu hijo.-dice Samuel.
Arturo y Samuel, se quedan pensando en Sofía, en Andrea y en sus hijos, cada vez los echan más de menos, aunque se habían propuesto odiarlos, no pueden, siguen amándolas.