C.22 [Parte II]

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Capítulo 22. [Parte II]

El sonido de mi alarma suena y entonces creo levantarme, agarrar un machete y romperla. Han pasado dos semanas desde aquel día en el que jugué como nunca, goleé como siempre y, más importante, me vieron dos importantes personas. Lastimosamente no he recibido ningún tipo de llamada, de ninguna de las dos, lo que me hace pensar que ya se han cansado de mí. ¿Por qué? No lo sé, y me quedaré con la duda el resto de mi vida.

Harry me asegura que seguramente están aún analizándome. Es algo extraño que no me hayan llamado en dos semanas, por lo tanto descarto la idea del análisis y me quedo sin Alemania y Francia, por ahora. Es sábado y la alarma suena a las 6 de la mañana porque la noche anterior decidí ponerla a esa hora para ir a correr un rato a un parque creativo bastante grande que hay a unas cuadras de aquí. No es tanto un parque, sino una selva en sí. Harry sigue dormido y pienso si en despertarlo para que vaya a correr conmigo, pero decido en no hacerlo. Entro al baño, me doy una ducha rápida, salgo y me visto. Escribo una nota y la dejo en mi lado de la cama, avisándole a Harry que he salido a correr y que volveré en un par de horas. Le mando un mensaje de texto por si no lee la carta.

El clima está hermoso aun siendo las seis y algo de la mañana. Los pájaros cantan, el sol naranja del amanecer me da justo en la cara y el viento sopla sin darme tanto frío. Luego de estirar coloco mis audífonos en mis oídos, pongo música y empiezo a correr sin un lugar a parar.

Correr me tranquiliza, más cuando corro sin ganas de llegar a algún lugar. Es muy diferente correr en un partido, que correr en un lugar como estos; en un partido corres persiguiendo un objetivo, aquí corro sin querer conseguir llegar a un lugar, corro sin objetivo, solo con las ganas de ver, oler y conocer. Empiezo a pensar en las entrenadoras y en una posible razón por la que aún no me han llamado, ni se han comunicado conmigo. ¿Tal vez las decepcioné en aquel juego? Tal vez pensaron que era peor de lo que en realidad pensaban, tomaron el primer avión a sus países para no volver jamás. La entrenadora Zimmerman lucía tan encantada conmigo aquel día, así que no creo que esa sea razón. Y sin hablar de la señora Morandé, su sonrisa me decía cuán encantada estaría de tenerme en su universidad. En realidad no sé ni en qué pensar, solo me queda la esperanza de recibir una llamada suya uno de estos días.

Los árboles lucen hermosos con los rayos del sol atravesándoles. Miraría este lugar toda mi vida. Correría por estos suelos toda mi vida. Haría toda mi vida aquí, si pudiese. Entonces pienso que hubiera sido buena idea traer a Harry, tal vez este momento sería más mágico a su lado. Imagino que aún está durmiendo, conociéndolo a él en un sábado.

El reloj me avisa que han pasado 50 minutos desde que empecé a correr, y entonces paro, coloco mis manos en mi cintura y respiro a todo pulmón. Observo a mí alrededor y definitivamente no conozco el lugar. Hay más flora que en cualquier otro lugar, y eso me encanta. Corro de vuelta adonde estaba hace 50 minutos, en dirección al apartamento de Harry.

Cuando llego me encuentro a Harry con los brazos entrelazados, una ceja hacia arriba y la boca ligeramente apretada. Frunzo el ceño, preguntándome por qué me observa de esa manera tan materna.

-¿Dónde estabas metida? –pregunta, golpeando el suelo con un pie.

-Disculpa, MAMÁ. Te dejé una carta y un mensaje de texto, lindo. –digo, entrando y caminando hacia la cocina.

-Pues lamento decirte que no suelo revisar mi teléfono en las mañanas. Y tampoco leo.

-Mala suerte, cariño. Te avisé adónde iba. –respondo, sacando una botella de agua y abriéndola.

-Me dejaste solo. –dice, haciendo un puchero.

-¿Te sentirás ahora por eso? Si te he dejado una carta.

"Mi chica del Fútbol" CANCELADA TEMPORALMENTE |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora