{2} Dos Meses

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[ DOS MESES ATRÁS ]






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Doy dos pasos hacía la pared observando así de mejor manera los cuadros que se ubican perfectamente colgados en la amplia superficie blanca de la inmensa oficina. Los observo con atención, reconociendo aquel trabajo de inmediato. Había visto figuras similares a las expuestas en los cuadros en esculturas de Antoine—Louis Barye, y era sin duda una extrañeza inmensa el verlas retratadas en aquel arte. No había tenido conocimiento de que el escultor francés también hiciera retratos de sus esculturas.

Con mirada y rostro algo más centrados, mantengo mi mirada concentrada en todo el bello arte frente a mí, queriendo interpretar su clarísimo fuerte significado. Sin embargo, no puedo continuar con mi tarea por mucho más tiempo, cuándo de total sorpresa, siento el golpe de la puerta cerrarse produciendo esto que girara de manera rápida y asustada hacía esa dirección.

—Usted debe ser...— mi mirada se cierra sorprendida, ordenándome de manera inmediata y severa que no volviera a hacerlo, para así no perder vista de aquel hombre.

Él se mantiene detenido justo a unos cuantos metros de mí, observándome con tal inteligente y encantador semblante. Mis labios se separan con exclusiva lentitud creyendo, tontamente, seguir su mirada. Wow.

—¿Catherine Perret?— dice mi nombre por fin, escuchándose cada sílaba muy especial.

—Si...—susurro sosamente y asintiendo lentamente como si hubiera sido necesario.

Su rostro era...¿Cómo podría describirle? Él era simplemente magnífico. Trago la saliva acumulada dentro de mi boca con algo de leve brutalidad tras darme cuenta de la extrañeza que bañaba su mirada. Algo confundido, como diciendo: "Quién es esta mocosa?"

Buen comienzo, Catherine.

Carraspeo mi garganta de manera débil, atreviéndome a dar solo dos débiles pasos hacía su dirección, sintiéndome tanto atraída como reacia a efectuar un solo movimiento más.

—Quiero decir, sí, soy yo. Soy Catherine Perret, señor.— digo con pronta decidida claridad, intentando duramente mantenerme firme en mi lugar.

Él mueve su rostro a través de un sutil gesto, destilando exquisita elegancia y dándome lo que parece una muy intensa mirada. Deja sobre el escritorio el par de papeles que traía en mano, tirando a los segundos contra su asiento el abrigo negro que colgaba alrededor de su antebrazo. Sus manos se posan contra la madera del escritorio, sosteniendo con firmeza sus brazos, mientras eleva enseguida su rostro a mi dirección produciendo una temerosa y cosquilleante sensación.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora