{46} Te quiero

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Mis palabras se desvanecen al leve intento de querer hacerse escuchadas y es que el impacto sigue calándome hondo como hace solo unos minutos, y cuando por fin logro hablar, mis sentimientos no tienen resquemor alguno en hacerse notar

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Mis palabras se desvanecen al leve intento de querer hacerse escuchadas y es que el impacto sigue calándome hondo como hace solo unos minutos, y cuando por fin logro hablar, mis sentimientos no tienen resquemor alguno en hacerse notar.

—¡No puedo hacer eso!— son mis primeras y únicas palabras por un momento, obteniendo nada más que la lastimosa y urgida mirada de Xavier se haga más prominente en mí.

—¡Te lo ruego! Me arrodillo ante ti...— dice exasperado, haciendo ademán de la acción que ha dicho, tornando la situación solo más angustiosa.

Me acerco enseguida, rogándole débilmente que se pusiera de pie, sujetándole como si estuviera sosteniéndome a mí misma, la verdad.

—¡Eres la única que puede con esto! ¡Conoces el baile desde sus inicios!— declara, yo niego.

—¡No! Yo...— justo en ese momento, mi boca ha decidido ponerse flácida y torpe. —Argh, no puedo hacer algo con lo que hace mucho no estado involucrada. Hace más de un año que no bailo...— intento justificarme, queriendo seguir, sin embargo, el entusiasmo, aun desesperado, de Xavier me detiene.

—¡No será problema alguno para ti! Eres increíble. Siempre fuiste mi estrella, además, tenemos media hora aún. Eso será suficiente para ti.— mi ceño se frunce y me odio por estar considerando siquiera tal atrocidad. —¡Por favor! No puedes dejarme así cuando más te necesito.— la tragedia que evoca en su tono de voz y en cada sílaba que ha dicho juega completamente en mi contra y solo unos segundos después un suspiro derrotado escapa de entre mis labios, obviando por supuesto cualquier consecuencia.

—Está bien. Lo haré.— accedo a lo que él me ha pedido y su reacción de gozo y tranquilidad son las esperadas, cambiando de atmósfera al segundo siguiente.

Xavier me dirige por el lugar, mientras las palabras salen como si de cañones dispuesto a matar se trataran; fuertes y tenaces, recordándome cada movimiento del primer acto que yo ya conocía; un cabriole, jeté, arabeque, assemblé, adagio, revelé y pirouette.

Después de eso, vinieron los pasos del acto final y sin duda, era un alivio que no fuera tan larga como temía podía serlo. Tenía un compañero quien entraba con un elegante movimiento de glissade, siguiendo después el pas de deux hasta el final de la presentación. Era rápido y corto. Nada podía salir mal de tal locura.

Los quince minutos de ensayo fueron un parpadeo y fue cuando me encontraba en la silla de maquillaje y peinado cuando el pánico comenzó a abrirse paso en mi adorada estabilidad y por un instante, estuve a punto de detener todo. De decirle que todo esto era lo que era; un grandísimo error. Sin embargo, la velocidad de los segundos hizo que me tragara cada palabra.

Un par de manos, más de dos, me levantaron cuando ya estaba lista, dirigiéndome inmediatamente hasta donde el precioso classical tutu bell se ubicaba. Por unos segundos, mi mirada lo admira en silenio, enamorada sin duda por la belleza que demostraba entre sus colores blancos y celeste cielo. Una pieza fascinante, sin duda.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora