{66} Dolor

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[ Lunes 3 de Agosto, 2009 ] 

[ Lunes 3 de Agosto, 2009 ] 

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Cuando mi mirada se abre, esta duele y con ello lo hace todo mi cuerpo. Las palabras de todo lo dicho me persiguen, pero el malestar en mi estómago reprime mi llanto. En un segundo, me encuentro de pie y camino hasta el baño donde no demoro en arrodillarme frente al inodoro.

Al primer vomito, siento como mi estómago se contrae y como mi cuerpo comienza a temblar de pies a cabeza. Aguardo un minuto. Cierro la mirada e intento dejar el inminente miedo atrás. Sin embargo, una punzada dolorosa a traviesa mi vientre y nuevamente, vomito. De pronto, soy consciente del leve dolor que se centra en medio de mi cuerpo y eso termina por aterrorizarme.

—Sebastián...— susurro a la soledad del helado lugar y con el terror que siento y la dificultad que significa logro ponerme de pie, sin antes sentir un nuevo dolor como si algo se hubiera desgarrado en mi interior.

Sin aire me mantengo de pie, temblando, asustada y con una calidez liquida deslizándose entre mis muslos. Mi mano vuela y lo que encuentro en mi entrepierna es el horrible presagio de que todo había terminado. Mis manos, una vez más, se encuentran manchadas de sangre.

—Catherine...— escucho mi nombre a lo lejos y solo alcanzo a elevar la mirada y ver la borrosa imagen de Sebastián cuando mis ojos se cierran de golpe.



[  Narra Elise  ]



Mis pasos parecen nunca llegar a él. Camino rápido, desesperada y por un par de segundos, desorientada. Siento que todo caerá y de pronto, una enfermera se encuentra frente a mí. Ella me pregunta lo que necesito y es tan amable de indicarme por donde debo continuar. Al final del pasillo, lo veo. Sebastián se encuentra sentado sin alguna expresión en particular. Una frialdad que me parece espeluznante.

—¿Dónde esta?— pregunto obviando todo saludo posible y él como si yo no estuviera para frente a él no reacciona. —Sebastián, ¿Dónde está mi hermana?— digo con más claridad y fuerza en mi voz, demandándole información.

Por fin, como si mi voz le hubiera despertado de un pesado letargo, él me observa. Sus ojos azules muestran una pena y desolación de esas que nunca olvidas, de esas que solamente causan daño y heridas.

—Sebastián, por favor...— suplico conteniendo mi sollozo, sintiendo que me podría derrumbar frente a él ante el inminente escenario que su actitud ha creado en mi mente.

—Necesita intenso cuidado.— pronuncia por fin y siento que esas tres palabras me devuelven el alma al cuerpo.

Respiro intensamente y mis lágrimas caen sin poder hacer nada. Ella estaba viva. Estaba bien. No obstante, la desolación que baña al hombre que se encuentra frente a mi tiene una causa que solo los segundos de silencio son capaz de aclararme. No podía ser.

—Perdió el bebé.— dice sin que alcanzara a preguntar y todo vuelve a nublarse fríamente y antes de que pudiera decir algo, o siquiera asimilar completamente lo dicho, él vuelve a hablar. —Ve con ella. Puedes pasar.— me indica e inmediatamente, se pone de pie, alejándose como si en su cuerpo ya no hubiera nada.

—Sebastián...— le llamo y él se detiene.

Nos observamos. Si nuestra relación hubiera sido diferente, hubiera acunado a aquel hombre que ahora mismo parece un pequeño herido entre mis brazos.

—Lo lamento. Sinceramente.— le hago saber y él solo es capaz de alejarse.



[  Lunes 10 de Agosto, 2009  ]



             Los días pasan y mi hermana parecía mejorar. Producto del aborto espontáneo, una infección le aquejaba. Por eso, no podía dejar el hospital aún. Todos conteníamos nuestra tristeza en aquel frío lugar, queriendo hacerlo todo para que ella se recuperara, pero sin poder hacer nada en lo absoluto.

A momentos, Catherine estaba consciente. Abría su mirada y cansada, trataba de hablar y el nombre de él era siempre el primero que salía de entre sus labios y estaba. Siempre estaba a su lado. Tomaba su mano y ella volvía a descansar. Me hacía pensar que ella encontraba algo de paz dentro del dolor que la carcome.

Los observaba y mi corazón dolía. Ellos se tenían, sin embargo, había algo que me decía que todo esto no sería la última tormenta que les tocaba enfrentar. Algo se avecinaba, algo venía en camino que los rompería con más brutalidad.



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