{11} Dispuesta

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Pestañee y las imágenes fragmentadas dentro de mi mente volvían a reproducirse. Sentía un cosquilleo fascinante y me encontraba flotando en un cielo infinito, encantada por lo sucedido, pero completamente confundida por el incierto futuro. Sin duda, su interés había quedado claro. Él quería algo conmigo. Algo que parecía ser muy personal y excitante. No quería alejarme y quizás, ese deseo era lo más peligroso de todo esto. 

Nunca antes me había enfrentado a tal grado de interés y deseo. Ni siquiera junto a Neal, quien había sido mi primer y único novio hace un par de años. Con él, había descubierto lo que era el sexo. Habían sido tres veces cuando todo termino abruptamente al él mudarse a otra ciudad. Con Sebastián, era algo emocionantemente nuevo. Era la primera vez que tenía aquella necesidad de estar con alguien y de sentir aquel deseo en el centro del estómago que a la velocidad de la luz va expandiéndose a cada breve contacto con él.

La cuestión era que, frente a Sebastián, me sentía puramente inocente e inexperta en todo practico sentido de la vida. Me parecía que todo estaba sucediendo de una manera tan rápida y no estaba acostumbrada a lo rápido. Me desconcertaba. Él me desconcertaba inmensamente con esa abrumadora manera de ser que poseía. Lo de esta tarde en casa, había sido simplemente espectacular. Gratificante. Excitante. Increíblemente sensual, privado e íntimo. Nunca antes había sentido aquel golpeador efecto al ser besada y tocada de la manera en que Sebastián lo había hecho. Me había mantenido bajo un encanto que vacilaba entre la más exquisita necesidad y el más peligroso deseo.

—¡Catherine!— el llamado me desconcierta e inmediato, recuerdo donde me encuentro. Volteo sobre mis pies enfrentándome a la siempre cortes sonrisa de la Sra. Warner, mi jefa. —Cerraremos en quince minutos.— informa y asiento a su indicación con firmeza, dejando mi tarea de limpieza en una de las mesas de inmediato. 

Alrededor, se encontraban cincon personas disfritando de lo que habian pedido. Con lentitud me acerco a cada mmesa informandoles asi lo que mi jefa acababa de comunicar. Recibo la amables palabras de una clienta con una sonrisa, girandome con la misma, pero deteniendome de golpe enseguida. Su mirada logra localizarme y pronto, lo que considero es una hermosa coqueta sonrisa me dedica. Él era inevitable.

—Qué haces aquí...— intenté preguntar con nerviosismo y desconcierto a flor de piel. —Nuevamente.

—Vine a preguntar algo rápidamente.

—¿Tiene que ser ahora? Termino en quince minutos.— le comunico y él, ignorándome completamente, continúa. 

—¿Quieres venir conmigo?— dice, consternándome ciertamente.

—No puedo ahora. Si quieres puedes esperarme.

—No hoy...— muevo mi rostro inquieta y mucho más confundida.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora