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[ Domingo 14 de Junio, 2009 ]

El único inconveniente ese fin de semana había sido la fiebre de Julianne el viernes por la noche

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El único inconveniente ese fin de semana había sido la fiebre de Julianne el viernes por la noche. Tras eso, los días estuvieron simplemente esplendidos.

Disfrutamos de más salidas alrededor de la ciudad y su madre de una lucidez que imaginaba había ayudado mucho en que él mantuviera aquel animo tan jovial y encantador y tanto como eso significaba, ni podía evitar sentirme abrumada por nuestro comportamiento.

Durante estos tres días había descubierto esta nueva, fascinante versión de él. Había descubierto que había mucha más amabilidad y amor en él de lo que pensé jamás sería testigo. Amaba a su madre. La respetaba y la protegía como si fuera la única persona existente. Su corazón, realmente, no era tan malvado como lo había creído.

Pestañeo y enseguida, mi mano vuela a mi boca y cubre mi bostezo, sintiendo como el cansancio que siento produce una pequeña vibración en todo mi cuerpo, la cual me recuerda el leve dolor en ciertas zonas. Él me había dejado así. Cansada y adolorida y era, ciertamente, molesto. Con el tiempo que ya llevábamos juntos, mi cuerpo no tenía derecho alguno a reclamo a estas alturas.

—¿Agotada?— la voz de Henry capta mi atención, volteando mi rostro de inmediato para poder así enfrentarle.

—Trasnochada...— digo y enseguida, me recrimino aquello.

¿Por qué lo había dicho?

—¿Qué hicieron anoche?— pregunta él y esa era la razón por la cual me odiaba.

—Vimos una película.— informo casi de inmediato, sin dar un segundo a la posible duda o incertidumbre, sin embargo, su ceño se frunce y eso no hace más que alarmarme.

—¿Sebastián vio una película?— su gracia y asombro hacen una combinación que logra simplemente aturdirme. —Si...— vacilo, escondiendo mi mirada de él temerosa a que descubra mi mentira. —La disfruto mucho.— termino y en cierto modo, eso es lo único que ha sido verdad.

No había duda en que había disfrutado todo lo que hicimos anoche.

El silencio es acompañado por mi mirada que sigue a madre e hijo. Ellos se encuentran en el cómodo espacio que Julianne tiene en el patio trasero para sus flores, hablando e interactuando con el bello regalo que Henry había traído para ella.

Le había obsequiado a su madre un exclusivo juego de pinturas de óleo, el cual venía con diferentes materiales para pintar y dibujar, también. Ella estaba encantada, tanto como yo me sentí al descubrir su otro hobby. No solo tenía un espacio para sus arreglos florales, si no también un cuarto de arte, como ella mismo lo llamaba. Dibujaba y pintaba de manera impresionante y sus obras yacían alrededor de la casa tanto de Henry como de Sebastián. Una fascinante sorpresa.

—Agradezco mucho el que les hayas acompañado...— vuelve la voz del menor de los hermanos a escucharse, recibiendo una afectuosa sonrisa de mi parte.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora