{25} Castigo

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Seco mi rostro con suavidad, con una lentitud que necesito para tranquilizar mis pensamientos, sobre todo la angustia que me carcome

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Seco mi rostro con suavidad, con una lentitud que necesito para tranquilizar mis pensamientos, sobre todo la angustia que me carcome. Maldita sea. ¿Por qué no podía haber sido una velada como cualquier otra?

Echo una mirada a mi alrededor, mirando inquieta la puerta de la habitación. Él estaba fuera y maldición, debía salir y enfrentar lo que sea que estuviera por pasar.

Su habitación estaba bajo esta tenue atmósfera, que me hace sentir tremendamente cálida y cómoda, sin embargo, en cuanto nuestras miradas se encuentran, aquella comodidad tiembla y trato de averiguar cómo se siente, pero es imposible. La rigidez en su rostro es el mejor escudo.

—Debo ir a casa.— hablo con el cuidado pertinente y su mirada, rápida como rayo, vuelve a mí.

—No te moverás de aquí esta noche, Catherine.— contengo mi respiración y guardo silencio.

Él está enojado. Esta realmente molesto.

—Sé que no me he comportado de la mejor manera esta noche.— digo. —Pero, no debiste haber intervenido. Soy yo quien debe solucionar las cosas con Greg.— hablo con más fuerza y claridad de la que me siento capaz y antes de que algo más sea pronunciado de mi parte, él avanza hacia mí.

Veo como saca su chaqueta de cuero, la tira por ahí y desabotona su camisa, clavando sus ojos azules en mi con una intensidad que me debilita.

—¿Ahora tienes algo que solucionar con ese chiquillo, Catherine?— habla, sin miedo a mostrar la hostilidad que siente y la molestia en su voz.

—Sabes a lo que me refiero...— digo.

—No...— niega él, continuando inmediatamente. —No lo sé. Así que, aclárame, por favor.— pide frente a mi con toda esa fachada intrigante, poderosa y dominante que le caracteriza.

—No es gran cosa.— trato de persuadirle, pero su mirada me fulmina con agresividad, ordenándome que me deje de estupideces y diga la verdad. —Me besó. Una vez.— susurro con el alma en un hilo, notando el duro cambio en su semblante.

—¿Esta noche?— gruño y oh, dios.

—No...— niego, tragando y doliendo, sintiéndome realmente en problemas. —Hace unos...meses. Él estaba...confundido esa noche.— excuso a mi amigo, con algo que ingenuamente pienso ayudará a calmar su enojo, y que equivocada estaba.

—¿Te gusta?— pregunta directamente y mi mirada se urge en sorpresa.

—No...claro que no...— digo vacilante por la manera en que su pregunta me había tomado y por un par de segundos, él considera mi respuesta en absoluto silencio.

Y aquello continúa unos minutos más, incluso cuando da la vuelta y se aleja de mí. Vuelve a la cama y retira lo último que queda en esta, produciendo que mi nerviosismo únicamente aumente.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora