{65} Roto

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[ Domingo 2 de Agosto, 2009 ]


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Como hace mucho no sucedía, siento que mis parpados pesan una tonelada esa mañana. Doy otro inútil intento, sin embargo, otra vez no obtengo nada. Somnolienta aun, muevo mi cuerpo en la cama con la libertad que se tengo cada mañana para hacerlo, no obstante, esta vez es diferente. Mi mirada se abre de golpe e inmediatamente, me incorporo, manteniendo mis ojos impactados en su persona.

Por primera vez, despierto con él a mi lado. Por primera vez le veo descansar de una manera que me parece la más pacifica y libre de todas. La postura de su rostro apunta a mi dirección y su cuerpo yace completamente relajado sobre la superficie y no lo podía creer. Esto para mi era un obsequio maravilloso.

Sigilosamente, vuelvo a mi lugar. Me acomodo de la mejor manera para seguir disfrutando de su imagen tan serena y cuando mis ojos comienzan a sentirse pesados, veo los suyos, desanimados y desorientados, abrirse lentamente.

—No quería despertarte.— susurro con pereza y solo un cálido bufido se deja escuchar de su parte después.

Él se posiciona más cerca de mí, arrastra un poco las sabanas a su paso, quedando así apoyado en su propia almohada, sirviendo de su brazo como propio soporte.

—Es tarde. Debería estar de pie.

—Eso suena a una acusación.

—Claramente lo es.— dice dándome a entender que aquel humor tan exquisito sigue intacto en él. —Eres la responsable de todos mis males.— su mano acaricia mi mentón fugazmente y luego, una vez más totalmente inesperado, posa sus labios sobre los míos con una dulzura que amo.

—¿Cómo te sientes?— pregunta enseguida nuestros labios se separan.

—Muy bien. Solo muy perezosa.— mi respuesta va acompañada de una simplona sonrisa.

Sebastián asiente y por la manera en que su mirada se desliza tan cautelosamente por mi cuerpo sé de qué trataran sus siguientes palabras.

—¿Te sientes lista para hoy?— indaga, clavando rápidamente sus ojos azules intensos y preocupados en mi rostro.

Luego de una extensa discusión al respecto, habíamos decidido que era momento para contarle a mis padres. Ya ninguna excusa nos serviría y Sebastián no estaba dispuesto a que me apartara de su lado. Contra eso no podía hacer más que afrontar lo que viniera.

—Tranquila.— susurro. —Todos debemos estar tranquilos.— continuo, tomando su mano libre a los segundos, siendo quizás ese el indicador más adecuado para demostrar que no estaba siendo completamente sincera.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora