{5} Rosas

8.6K 572 18
                                    

[ Viernes 15 de mayo, 2009 ]






¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.






Dejo el café con sumo cuidado sobre su escritorio, tomando, segundos después, el par de documentos que había dejado para él hace eso de una hora, ahora con su firma a pie de página. Miro el pulcro orden que reina en su espacio, tocando con la punta de mis dedos el borde de la madera, pensando por infinita vez que luego de hoy ya no volvería aquí. Ya no volvería a verle. Eso se sentía impresionantemente desafortunado. 

Suspiro con desganada, alzando la mirada y descubriendo su repentina aparición. Doy unos pasos alejándome del escritorio dejando de tocar todo aquello que no debía.

—¿Todo en orden con los documentos, señor?— él me observa unos segundos, corriendo luego con su mano el jarrón blanco casi nuevo que contenía café, tomando asiento en su lugar de inmediato.

No podía evitar mirar más allá de su rostro. Había quitado el saco de color gris quedando únicamente en una reluciente camisa blanca, la cual era decorada en la zona del cuello por una igual elegante corbata. Lucia increíble de esa manera y aún mejor, cuando se hallaba de pie. Él era exquisitamente alto y su cuerpo, tan bien fornido y cuidado, resaltaba de maravillas entre todas esas ordenadas, caras y sofisticadas prendas de ropa.

—Todo muy bien.— responde con aquella exclamación tan especial en su voz. Había llegado con un humor diferente; muy, pero, muy animado. 

Le dedico una simple sonrisa, cuando justo él vuelve a mirarme produciendo que sintiera como mi estómago se contraía con malvada fuerza. Justo como anoche.

—¿Cómo se siente hoy, señorita Perret?— separo mis labios con algo de lentitud sin duda, tomada por sorpresa ante su pregunta. 

¿Estaría haciendo alguna referencia a lo de anoche o simplemente a mi estado actual? Me confundía. Él nunca había preguntado cómo me sentía.

—Bien. Quiero decir, se siente un poco extraño el saber que hoy es mi último día. Pero, sí. Estoy bien.— había nuevamente puesto aquella mirada en mi con interés.

No era simplemente su mirada, si no su forma de observar. Su mirada era increíblemente fuerte. Me transmitía esa fuerza y rigidez tan habitual en él, junto con aquella pasión e interés que parecía nunca acabar. Era hermosa. Seguía siendo la mirada más hermosa que jamás antes hubiera tenido la oportunidad de ver.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora