{16} Cicatrices

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Del suelo, Sebastián recoge mis bragas, teniendo inmediatamente mi mano en el aire para recibirlas, sin embargo, él parece tener otros planes. Rápidamente, las aparta y también así mismo, deteniéndose detrás de la silla en la cual hace unos minutos me encontraba tensamente sentada.

—Toma asiento, Catherine.
—Pero...— me interrumpe, posando sus ojos azules en mi tremendamente severos.
—Siéntate. Ahora.— ordena altaneramente, dejándome en claro que no se trataba de ninguna broma de su parte. 

Presiono mis labios, al tiempo que mis manos se aferran al borde de mis caderas, precaviendo así cualquier fuerte movimiento del vestido que llevo puesto, caminando el tramo corto que me lleva el encontrarme nuevamente sentada. Como prueba completa de mi total nerviosismo, acaricio mi mejilla con mi mano, sintiendo el toque increíblemente ardiente. Por el rabillo de mi ojo, le veo aparecer para sujetar sus brazos y parte de su cuerpo en el respaldo de la silla más cercana. Su mirada es un mar puro de intensidad, sonriendo con el tipo de malicia que solo él puede crear. 

—Eres un desastre ahora mismo.— su voz rebosa con el mismo grado de satisfacción que en su azul mirada se ve, siendo desgraciadamente opacado por la ejecutiva de su asistente. 

Stella, una vez más impecable de pies a cabeza, se muestra ante nosotros con una amena sonrisa, saludándonos con la formalidad que solo Sebastián Fassbender presidia. Él saluda en voz alta como corresponde, yo por mi parte soy capaz únicamente de sonreír.

—¿Qué necesitas, Stella?— inquiere él con la solemnidad esperada, manteniendo su azul mirada muy atenta en la mujer, quien le regala el delicado gesto de asentir, viéndose así tremendamente hermosa.

¿Se sentiría atraído por ella? ¿Sería acaso esa la razón para tenerla como asistente?

—El almuerzo programado para hoy es dentro de una hora, señor.— su voz resuena con aquel tono de recordatorio que cualquiera podría usar. —Supuse que ya se encontraría preparado.— agrega ella e inmediatamente, la mirada de Sebastián se posa en mi.

No obstante, logro cohibirme realmente cuando la verde mirada de Stella me encuentra, también. Tengo la desagradable sensación que ambos esperan escuchar algo de mi, pero no puedo hacer más que elevar ligeramente mis hombros. 

—La señorita Perret se ha levantado bastante perezosa esta mañana.— me acusa y la ladina sonrisa que cruza sus labios es tan fugaz como las ganas que tengo de defenderme. —Esteremos listos en unos minutos, Stella. Puedes retirarte.— con una vehemente sonrisa la asistente se retira, permitiéndome respirar con normalidad por fin.

—¿Podrás estar lista en veinte minutos?
—No lo sé. Según usted estoy bastante perezosa, señor...— la naturalidad con que mis palabras salen de mis labios me sorprenden hasta a mi misma, percibiendo inmediatamente como la oscuridad en su mirada me atrapa con furia.
—No solo me has tratado de usted, pero también te has burlado de mi.
—Tú eres quien se ha burlado de mi primero.
—Solo, levántate.— ordena, notando como los músculo alrededor de su rostro se tensaban vigorosamente. —Ve a cambiarte y rápido, por favor. No querrás que yo lo haga por ti.
—Como si pudieras intentarlo...— susurro por lo bajo, ya de pie y sintiendo, al ademan que hago de caminar, el jale a mi brazo. 

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora