{37} No pidas

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Miro el menú con mucha más incomodidad, volviendo a repasar los nombres de los platillos y con ellos los costosos precios de cada uno

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Miro el menú con mucha más incomodidad, volviendo a repasar los nombres de los platillos y con ellos los costosos precios de cada uno. Lo que podía ganar en una semana en el café cubría una de las delicias y el solo pensamiento me daba escalofríos.

—¿En qué piensas? — su voz arrebata mi atención del elegante cuadernillo, dejándolo enseguida a un lado.

—A veces, me preocupa cuánto dinero gastas...— comento uno de mis tantos pensamientos y él alza una ceja de manera increíblemente sofisticada.

—Bueno, lo tengo y la ventaja de eso es que puedo gastarlo de la manera en que me plazca...— respiro y hago un breve gesto con mis hombros, regalándole después una pequeña sonrisa igual de socarrona que la suya.

Claro que él no comprendía mi sentir y bueno, ¿por qué debía hacerlo? Como bien lo había dicho, era dueño de un poder adquisitivo más allá de mi conocimiento y podía hacer uso de él a su antojo.

—¿Tu padre es quien les ha dejado FassbenderCorp?— consulto realmente interesada en saber sobre aquello que hasta ahora no habíamos tenido oportunidad de hablar.

Sin embargo, al parecer mi curiosidad no era recibida de buena manera. El cambio en su semblante fue increíblemente notorio, ocasionando que mi cuerpo se pusiera alerta ante la firme postura que él había tomado.

—La familia de mi madre.— dice y sin duda aquello me sorprende enormemente.

—¿Por qué tu tía no tomo el mando, entonces?— hago reverencia a Leyda, quien parecía estar en perfectas condiciones para estar a cargo de la empresa.

—Ella ayuda.— contesta sin vacilar. —Todos trabajamos juntos.— su palabras son precisas, como cuando él siempre lo estima conveniente.

—Come, por favor...— ordena con aquella suavidad reservada, pero, dejándome en silencio y preocupada.

Era claro que no comportaría más y que maldito afán de controlar aquello, también. ¿Qué había de mal con hablar? Solo, hablar.

—No tengo hambre...— susurro observando mi platillo fugazmente, odiando su actitud y reprochando en mi mente cosas que en ese momento quizás no debía.

—¿Qué es lo que te inquieta esta vez?— levanto la mirada hacia él y le observo son cautela, no sabiendo si confiar en el nuevo .. de confianza que me está dando.

Y sabiendo que no tengo todo el tiempo que quisiera para decidir, tomo mi decisión y pregunto por aquello que se encuentra sin duda relacionado a lo que acaba de suceder; a todo lo que somos, la verdad.

—Es sobre los cuadros en tu oficina...— comienzo. —Lo que has dicho sobre poseer, ¿sientes eso hacia mí?— su mirada, aun en mí, se entrecierra pareciéndome mucho más oscura de lo que ya es.

—¿Eso es lo que te perturba realmente?— consulta y su voz alberga esta leve incertidumbre que me hace dudar extrañamente.

—Solo...quiero entender...si lo que estamos haciendo es bueno o malo...— explico y de inmediato, él habla.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora