La mañana del 19 de noviembre, cuando encendió el televisor para ver la noticias, palideció y se quedó petrificado al escuchar que un gran tsunami se acercaba a la ciudad.
- No puede ser -se dijo a si mismo, viendo con nauseas el plato de cereal que tenía en frente de él- ¿Ese hombre? ¿Ese loco? ¿Un profeta? -se preguntó, recordando al indigente sucio y desmarañado qué había querido llamar la atención en el bus la semana pasada al decir que un castigo divino inundaría la ciudad la tarde del 19 de noviembre para castigar a todos los pecadores.