El trébol de la suerte

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Ese día había empezado muy mal, se había quedado dormido e iba tarde para el trabajo; pero camino a la estación de bus, vio, lo que parecía, un trébol de cuatro hojas crecer en el asfalto, y sin tener tiempo para examinarlo mejor porque el bus se acercaba, lo arrancó y se lo guardó en el bolsillo de la camisa.

Milagrosamente, logró llegar justo a tiempo al trabajo, y trás haber recibido una nota de felicitación por su último proyecto, creyó que gracias al trébol que había encontrado esa mañana, su suerte había cambiado.

Ese día, dándose golpesitos sobre el bolsillo de la camisa y confiando en el amuleto que tenía allí dentro, se arriesgó a pedir un aumento de sueldo, el cual le otorgaron sin chistar, consiguió una cita con la persona que le gustaba, y lo llamaron del banco para avisarle que el crédito que había solicitado ya estaba aprobado.

Más tarde, cuando regresaba a casa, quizo abusar del trébol de la suerte y compró un boleto de lotería. Lo empezó a raspar y cuando solo le faltaba un solo número por raspar, notó que todos coincidían y si acertaba el último sería millonario; pero se emocionó tanto al darse cuenta de eso que dejó caer la moneda con la que estaba raspando el boleto sobre la alcantarilla en la que estaba parado, y cuando sacó otra moneda, que tenía en el bolsillo de su camisa, sacó también su trébol de la suerte, y quedó horrorizado, porque al verlo de cerca, notó que el trébol solo tenía tres hojas, como cualquier otro trébol común, corriente y sin suerte.

Después de su hallazgo, trató de pensar que la suerte era cuestión de aptitud, y que si había logrado todas las cosas que hizo ese día, pensando que era porque tenía suerte, iba a seguir pensando lo mismo, para raspar el último número y ganar la lotería; pero cuando lo hizo, deseó no haber dejado caer la éstupida moneda por la éstupida alcantarilla.

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