Estaba sentado en el mecedor leyendo el periódico cuando escuché a mi pequeño que me llamaba "¡Papá! ¡Papá! ¡Papá, ven ayudarme, estoy aquí abajo!..."
Cuando finalmente se calló, bajé el periódico, cerré los ojos por un momento, respiré profundo y subí a la habitación; pero cuando mi esposa me vió entrar todo pálido y sudoroso, me preguntó con un aire de desaprobación en su voz "¿Otra vez?" a lo que respondí con un movimiento afirmativo de mi cabeza mientras me sentaba en la cama y me quitaba los zapatos.
"Deberías ver a un médico, a un cura, o no sé, a un brujo a ver que te dice al respecto" sugirió mi esposa, pero yo sólo hice un ademán con mi mano insinuando que la había escuchado pero que ignoraría su sugerencia, y me acoste a dormir sin decir nada más.