Capítulo 26 [El Sacrificio]

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Las vacaciones casi terminan y estoy a punto de empezar mi último año antes de ir a la Universidad. Éstos últimos días los he pasado en mi habitación, de vez en cuando salgo por un helado en compañía de Alberto quien me visita todos los días. Respecto a Ana todo sigue igual, no la veo desde el dia que me la encontré en los baño del Centro Comercial pero siempre sueño con ella, ya casi no me paso el día llorando, creo que estoy aprendiendo a sobrellevar ésto, ahora simplemente vivo extrañándola mucho.

Escucho que mis padres están discutiendo, me asomo por las escaleras y alcanzo a escucharlos;

— No Isabel, no podemos hacer ésto sin su consentimiento— alegaba mi padre.

— Claro que podemos, fue un error sacarla de ese Colegio, mira en lo que se convirtió— sentí feo escuchar a mi madre hablar con repudio.

— ¡No puedo creer que no lo entiendas! Es nuestra hija, ella no se ha convertido en nada, ella es como es y nada de lo que hagas cambiará eso— mi padre hablaba en tono fuerte pero intentaba no gritar. De seguro intenta que yo no logre escuchar.

— Ella está así porque tú la consientes demasiado, ésto también es tú culpa... ¡ELLA SE REGRESA AL COLEGIO Y PUNTO!— gritó mi madre. 


— Yo no voy a regresar a ese lugar de mierda— Grité desde los escalones, mis padres voltearon a verme.

— Eso no está en discusión, el lunes iré a hablar personalmente con el Director para que te de otra oportunidad, subiste tus notas así que no creo que haya problema— dijo mi madre sin voltear a verme. Son las primeras palabras que me dice después de aquella cena.

— Puedes hablar con el Rey de Roma si quieres, yo no voy a volver allí, odio esa escuela llena de gente estúpida, falsa y prejuiciosa, no tengo nada qué hacer ahí— le grité a mi madre. Ella me ignoró.

— Cariño, cálmate... arreglaremos ésto tu madre y yo, por favor regresa a tu habitación—

— Es el Colegio o el internado, pero no la quiero cerca de esa niña...— remató mi madre. Siento el enojo recorrer por mi sangre. Hago puño las manos.

— ¡Entonces mandame a ese estúpido internado! Yo prefiero estar lejos de ti a tener que soportar ésto, ¿entiendes? ¡ya no quiero verte!— Me quebré y cuando menos lo pensé, ya estaba llorando, mi padre me abrazó.

— Ésto no está bien, nadie se va a ir a ningún lado— dijo mi padre molesto.

— No lo soporto, me estás lastimando madre, te necesito— dije aún llorando.

— ¿Y tú crees que tú no me lastimaste?— dijo ella
— Yo jamás quise hacer algo para herirte, te juro que yo no elegí ésto— mi madre me ignoró, me salí de la casa, tomé mi bicicleta y me fui.

Me dirijo a casa de Alberto, paso por el lago y mejor me desvío. Pobre chico, ha de estar cansado de escucharme hablar de mis problemas. Me siento en la orilla del lago, prendo un cigarrillo. No quiero cambiarme de escuela, no puedo volver a aquél infierno en donde tenía que fingir ser otra persona, donde me siento sola, y me rodeo de gente a la cual no le importo, no puedo. Las lagrimas no dejaban de salir. Una mano se asoma por mi hombro con un pañuelo. Volteo.

— Uhm hola, creo que necesitas ésto...— una chica con pequitas está a mis espaldas, me ofreció el pañuelo tiernamente. Lo tomé.

— Eh, gracias...— dije indiferente. La chica se sentó a mi lado. Volteé a verla. 
— ¿Qué haces aquí, sola?— preguntó la chica.
— Nada en realidad— ella encogió sus piernas y las abrazó. — Uhmm.. ¿y tú?... espera, ya sé quién eres— dije un poco exaltada, la chica sonrió sin voltear a verme. — Eres la chica que me dio papel en el baño del centro comercial— 

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora