Capítulo 37. [Mariana]

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[Narra Mariana]


Hoy me desperté antes que Alexandra, aprovecharé para ir a caminar por el jardín porque en los últimos días me he sentido más despistada de lo normal. Quizá sean las fechas, siempre me siento un poco extraña con la Navidad cerca. El Internado se queda prácticamente vacío porque la mayoría visita a su familia en éstas fechas. Honestamente la Navidad no me gusta, no me transmite ese espíritu de alegría que la gente dice sentir. En fin, mejor regreso a la habitación antes de que Alexandra se despierte. 

Abro con cuidado para no hacer mucho ruido y me meto a la cama.

— ¿Adónde fuiste?— escucho un susurro de Alex.
— Uhmm, a caminar—
Alex se recarga en respaldo de su cama. 
— Oye... ¿puedo preguntarte algo?— dice ella un poco tímida. 
— ¿En serio, Alexandra? son las cinco de la mañana...— intento esquivarla.
— ¿Festejas la Navidad aquí?— escúpe la pregunta. Tomo un respiro y me giro hacia ella quien me está mirando con ojos de intriga.

— No festejo la Navidad— respondo con un tono serio, ella me observa sosprendida y hace una mueca. Un silencio incómodo nos atrapa. Ella se levanta de su cama y se dirige a la mía. — Alexandra, ¿qué estás haciendo?— pregunto mientras ella se mete entre mis cobijas.

— Me estoy acostando a tu lado, ¿no ves?...— dice con ironía, le volteo los ojos y me acuesto boca arriba y miro el techo, ella copía mi posición.

— ¿Vas a irte con tu familia?— 

— No, hablé con mi padre la semana pasada y dijeron que quizá ellos vendrían, creen que es mejor— respondió Alex con un tono triste.
— Por lo menos tienen una familia que vendrá a verte— respondí. Alex pareció ponerse incómoda con mi comentario. —Perdón, se me salió... no quise decir nada— repuse.

— Tienes razón... debo dejar de quejarme tanto, es sólo que... tenía la esperanza de poder regresar a casa...— 
— Y encontrarte con Ana... ¿cierto?— 
Alex soltó un gran suspiro y sonrió con nostalgia, la vi de reojo.
— Cierto... pero también extraño a mis amigos— respondió.
— Claro... Alberto y Adam, ¿no?— 

— Adán...— corrigió ella, me reí un poco.

Un silencio regresó pero ésta vez fue más largo, me giré hacia Alex y noté que ella se había quedado dormida. La observé unos minutos. Se ve como si su alma estuviera llena de calma, sólo cuando duerme veo esa tranquilidad en su rostro. Pobre Alex, sólo así logra separar sus pensamientos de su cuerpo. Aunque ella lo niegue, carga con una nostalgia todo el tiempo. Después de que su chica le envió aquella carta se ha visto más tranquila, como con un peso menos pero... yo la he escuchado llorar algunas noches y también escucho como intenta ahogar sus lagrimas para que yo no me de cuenta. Es una niña muy linda y aunque nuestra personalidad sean tan parecidas y provoque tantos choques entre nosotras, ella me agrada... aunque desde que la vi, supe que no sería fácil para mi tenerla cerca.

— ¿Qué haces, Mariana?— dice Alex con una voz adormilada y tallando sus ojos con sus puños.
— Nada...— respondo indiferente y me giro dejandole a la vista mi espalda.
— ¿Nada? Me estabas viendo— responde ella aún con voz de dormida.
— Entonces, ¿para qué me preguntas si ya sabes?— Alex se ríe.
— Qué difícil eres... pero así te quiero— dice ella, se acerca a mí y me sorprende con un beso fugáz en la mejilla. Después salta de la cama y se mete al baño.

Saco una caja que está debajo de mi cama, la abro con una llave que cargo siempre colgada en mi cuello. Saco una fotografía del tamaño de la palma de mi mano y empiezo a hablarle a la foto;

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora