Capítulo 59. [Abstinencia de ti.]

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[Narra Alexandra]

— ¿Estás despierta?— Le susurré al oído a Ana, quien está acostada de lado, mi vista es exquisita desde mi lugar, veo su espalda blanca y desnuda, su rizado cabello cae por sus hombros, ella mantiene los ojos cerrados con tranquilidad, como un ángel precioso que duerme. Al notar que ella no responde a mi pregunta, la acaricio con la yema de mis dedos, empiezo por su mano, subo por su brazo y llego a su hombro donde retiro su cabello y despues bajo por toda la espalda hasta su espalda baja, un suspiro que parece que tomé el oxigeno entero del mundo sale de mí. Entonces ella se estremece y sonríe tiernamente manteniendo aún los ojos cerrados, sonrío y me amoldo a su postura, pegando mis pechos a su espalda y la abrazo por la cintura. Cierro los ojos y disfruto del olor de su piel.

Ella toma mi mano que quedó en su abdomen y entrelaza sus dedos con los míos. Nos quedamos inmóviles un par de minutos.

Son cerca de las doce de la noche.

Por mi mente se cruza la idea que tenía antes de que Ana cruzara por mi puerta unas horas antes; alejarme de ella. Me estremezco pero ella sostiene mi mano con fuerza y me hace recuperar la tranquilidad en cuestión de segundos, besé tiernamente su espalda.

Apesar de sentirme más tranquila por la idea que me acaba de cruzar, no dejo de pensar en lo que sucederá cuando éste mágico momento termine. ¿Por qué cada vez que intento alejarme de ella, la vida misma la regresa a mis brazos? ¿por qué me ha sido imposible empezar a vivir sin ella? Apenas me había decidido a no verla más, a dejarla ir y había por fin, aceptado el hecho de que el momento de volar cada quien con sus alas y hacía rumbos distintos había llegado. Y minutos después, ¡boom! la tengo así, entre mis brazos, piel con piel, sintiendo su cálida temperatura que me da una paz imposible de describir. ¿Acaso será una prueba más?. Me pregunto si la vida está poniendo a prueba mi fuerza de voluntad. Cierro los ojos y respiro profundamente.

Al abrir los ojos, un pensamiento firme y decidido me invade; Seguiré con mis planes, me iré y no volveré a buscarla, no haré más daño a quienes tanto me han dado, principalmente a ella, el amor de mi vida.

Ana se estremece, rozando aún más su cuerpo al mío, me estremezco también y le doy espacio para que haga algún movimiento. Ana se gira hacía a mí, y me mira directo a los ojos, yo acuesto mi cabeza sobre mi brazo y la miro también. 

Nuestros cuerpos desnudos después de hacer el amor, sobre mi cama, cama que se ubica en la habitación donde todo empezó. Y allí estamos nuevamente, sin movernos, sin hablarnos, simplemente admirandonos la una a la otra, el único sonido que se aprecia el de nuestros suspiros, uno trás otro, como si cada suspiro fuese la respuesta a cada cosa que nuestras miradas nos están diciendo. 

Los ojos de Ana brillan tanto que podrían iluminar la ciudad entera. Y logro entender lo que me están diciendo, una enorme melancolía me invade y un agujero se coloca en mi estómago, sé que ella lo sabe, Ana acaricia mi rostro con resignación, como si quisiera transmitirme su tranquilidad. 

Sé que después de ésto ella se irá al igual que yo, lo puedo notar en sus caricias, lo leo en sus ojos, lo respiro en su aliento que proviene de una respiración agitada y obligada a verse calmada. Porque Ana es así, aunque ella esté rompiendose por dentro, hará lo que sea para que dentro de mí haya paz. Pero ésta vez no veo vidrios encarnándose en sus adentros, ésta vez veo a mi Ana despidiéndose de mí con paz, con tranquilidad, nostalgia y sé que se apartará de mí amándome tanto como yo la estoy amando.

Y así pasaron los minutos, Ana y yo contemplándonos y entregándonos hasta el último de nuestro aliento y alma a través de miradas. ¿Cuántas veces es posible conocer a alguien con quien hacer eso sea posible? Yo creo que sólo una.

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora