Capítulo 35. [Esplendor]

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Me despierto y Mariana ya no está, de seguro se ha ido junto con todos los demás, ¿qué haré yo sola en éste estúpido Internado?. Creo que será un día muy aburrido. Alguien toca a mi puerta.

— Hola Alexandra, ¿puedo pasar?— 

— ¿Qué haces aquí, Mariano? No deberías estar aquí, no quiero que me castiguen por más tiempo...—
— Descuida, sólo vine a traerte ésto— Mariano me da una bolsa. —Es el desayuno, lo hice yo mismo... sólo estamos tú y yo y un montón de secretarias amargadas...— sonríe con ternura. Tomo la bolsa, mis tripas me lo piden.
— Pasa, pero sólo unos minutos— dije. Mariano sonrió con alegría y noté que él traía otra bolsa en la otra mano.
— Nunca me ha gustado desayunar solo— se justificó, le puse los ojos en blanco y empezamos a comer.

— ¿Y qué se hace aquí para divertirse?— pregunté.

— Leer, hay una biblioteca inmensa, deberías ir, hay muy buenos libros...— dijo mientras masticaba un pan.
— Mñeeh, intentaré otra cosa— dije en broma.
— Oye Alexandra, en serio quiero disculparme por lo de la otra noche, creo que sí me pasé— se sonrojó.
— Ya, olvídalo...— dije sin tomarle importancia. Él sonrió.

— Uhmm, ¿eso que traes colgado en el cuelo es un dije común?— preguntó Mariano apuntando a mi collar.

— No, se llama relicario y si lo abro, se ve la foto que trae... me lo regaló una persona muy especial— respondí.

— Oh, ¿tu novio?— preguntó. Puse los ojos en blanco involuntariamente.
— No— abrí el relicario y le mostré la foto. Es una foto de Ana y yo, obviamente.
— Oh, qué linda chica...— dijo él acercándose a mi con la excusa de ver el relicario pero no dejaba de ver mis labios.
— Mariano, creo que es mejor que te vayas ya, gracias por el desayuno estuvo riquísimo— dije alejandome de su rostro. Él apuñó los ojos y se marchó sin problema.

Me quedé dormida todo el día.  Me despertó el ruido de la puerta de la habitación.

— ¿Mariana?— pregunté, aún con el cuerpo cubierto por mis sábanas. Sentí que ella se sentó en mi cama, volví a dormirme.


— ¡¿Qué demonios haces aquí?!— Un grito de Mariana me despertó de golpe, destapé mi rostro y vi a Mariano acostado sobre mi cama y a Mariana de frente viendo con coraje a su hermano.

— ¿Mariano? ¿qué... qué diablos...— respingué, él se sentó sin cuidado.

— Tranquilas, es que no quería estar solo y me vine a buscar un poco de compañía...— explicó.

— No puedo creer que lo hayas dejado pasar ni mucho menos acostarse en tu cama— me reclamó Mariana.

— Yo no lo dejé, yo pensé que eras tú— respondí. Mariana me frunció el ceño.
— Lárgate de aquí, nos meteras en problemas si te ven— gritó Mariana. Alguien está tocando la puerta, los tres nos volteamos a ver. —¡Escondete en el baño!— Susurró Mariana jalando a su hermano hasta el baño, yo abrí.

— Hola Señoritas, ¿cómo están?— preguntó la tía de Mariana revisando el cuarto.

— ¿Se le ofrece algo?— pregunté.

— No, sólo vine a ver cómo estabas... y saber cómo le fue en su día libre— 
— De maravilla, como un día en el parque de diversiones— respondí con ironía.
— Me alegro por usted, ¿ha visto a mi sobrino Mariano? escuché que lo vieron por éstos rumbos— 

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora