Capítulo 29 [Inefable]

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Toma mi mano, vámonos lejos de aquí... empecemos de cero— dice Camila y me ofrece su mano, tiene esa hermosa sonrisa llena de ternura, el aire juega con su cabello, estiro mi mano para unirla con la de ella pero algo la aleja de mi, hay mucho viento. 

No me dejes, mi amor... tú y yo nos amamos, ven conmigo... no me dejes— dice Ana que está detrás de mi, volteo inmediatamente. Ella está parada viéndome con angustia, su cabello rizado cae sobre sus hombros, se ve hermosa, tiene sus brazos estirados esperando a que yo corra a ellos. Intento caminar hacia ella pero mis piernas están demasiado pesadas.

No lo hagas, tú quieres venir conmigo, lo sabes ¿verdad?— Insiste Camila con su tierna voz, le sonrío, ella me toma amablemente de la mano.

Ella es mía...— dice Ana viéndo de una forma penetrante a Camila, la reta con la mirada y después voltea a verme a mi, me da esa mirada como la primera vez que nos vimos, le sonrío...me toma de la otra mano y entrelaza sus dedos con los míos.

Y allí estoy yo, en medio de ellas dos... volteo a verlas ambas, ¿qué debo hacer?

Alberto y Adán aparecen entre la neblina. Se paran frente a nosotras, Adán tiene sus manos en los bolsillos, Alberto está cruzado de brazos.

Tienes que decidir ahora...— dice Adán. Alberto aprueba con la cabeza. Volteo a ver a Camila, y después regreso a mirar a Ana, Dios... ¿qué es ésto?. Las dos me sueltan la mano y cada una empieza a caminar por un camino distinto. Yo me quedo parada observándo como se marchan.

¡Ve con ella!— Me grita Alberto, me está dando una órden. Pero, ¿a quién de las dos sigo?. Entro en una crisis emocional.

— ¡NO TE VAYAAAS!— Despierto de golpe con un grito. Estoy sudando y mis manos están temblando, acabo de tener uno de los sueños más tormentosos de mi vida. Voy y me meto a la ducha.

Salgo de la ducha, me pongo ropa casual y bajo a buscar algo de comer.
Mi madre está en la cocina.

— En el sartén hay comida, para que desayunes algo...— no me mira, se pone a leer una caja de un cereal. La ignoro. Tomo un platano y leche y lo echo a la licuadora, me lo sirvo y me voy de allí. Me voy al living y me siento en el sofa, me siento sobre mis piernas.

— Hija... ¿qué haces aquí?— mi padre me ve con asombro.

— Es mi casa, todavía puedo estar aquí ¿o no?— respondo sarcásticamente sin voltear a verlo, empiezo a cambiarle a la tv sin fijarme en qué están dando.
— Por supuesto que es tu casa... me refiero a que, siempre estás en tu habitación, me da gusto verte aquí...— mi padre se acerca y sacude mi cabello. Le sonrío hipócritamente. 
— Pues mirame mucho porque me queda poco tiempo aquí— mi padre hace una mueca y toma un respiro.
— Hija, ¿estás bien? te ves enferma...— pone su mano en mi frente, se la quito.

— Si papá, solo intento ver la tv, ¿podrías dejarme sola?— sigo concentrada en no voltear a verlo.

Mi padre se sienta a mi lado. — Hija, ¿qué sucede? ¿por qué estás enojada conmigo? ¿a caso te hice algo?— tomé un gran respiro, volteé a verlo.

— No papi, no has hecho nada y justo ese es mi problema contigo...— mi padre me observa confundido. —Mi madre me mandará lejos a un lugar que ni siquiera el estúpido idioma conozco, me alejará de mis amigos, de mi escuela, de ti.. y a ti no parece importarte mucho y si me discúlpas, necesito seguir acostumbrándome a estar sola— dejé a mi padre allí, tomé mi mochila, mi bicleta y me marché.

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora