Capítulo 42. [Hey, perra]

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Una semana después.



Cuando desperté por la mañana vi algo que me sorprendió. 

Mi pizarra con todas las fotos mías y de Ana estaba colgada en mi pared. Suspiré mientras observo todas esas fotografías... bien dicen que recordar es volver a vivir. 

Alguien toca mi puerta, de seguro es Alberto, les grito que pasen...

— Hola hija, buenos días...—

— ¿Mamá?... ni se te ocurra gritarme, yo no puse la pizarra, de seguro fue papá...— 

— No fue tu papá, fui yo...— vi a mi madre confundida. Ella se algo nerviosa. Yo le estoy dando la espalda con la vista en las fotografías. — Alex, quiero que me escúches...— 

— Te estoy escuchando, madre...—

— Espero que me escuches sin interrumpirme... desde que volviste no hacemos otra cosa que pelear, pelear y pelear... me duele Alex, eres mi única hija y lo estoy arruinando...— dijo ella, me giré a verla. Ella siguió hablando. — Me equivoqué y no sabes cuánto me duele verte así por mi culpa, arruiné lo bueno que había en ti, esa niña había hecho de ti otra persona y en lugar de apoyarte yo te arruiné.— mi madre tomó mi mano y me jaló hacia ella. — Pero no vine a decirte ésto...—

— ¿A qué viniste entonces?— le dije con calma. Ella sonrió.

— Hija, siempre hay que saber cuándo retirarse... pero también debes saber cuándo NO es el momento de tirar la toalla y éste no es ese momento para ti...— 

— ¿Qué intentas decirme con eso? me estás asustando y no estoy entendiendo nada— estoy confundida y mi madre muy rara.

— Lo único que te estoy diciendo es que escuches a tu corazón. Y no dejes que nadie te arrebate lo que es tuyo...— observé a mi madre a los ojos, nos quedamos viéndonos un par de segundos. 

— ¿Por qué me estás diciendo todo ésto? ¿qué planeas?— respondí con desconfianza.

Mi madre sacó algo de su saco y me lo dio, es un sobre.

— Te aceptaron en Canadá...— dijo ella, me quedé en shock. — Falta poco para que el verano acabe, y no puedes irte sin antes haber luchado un poco más por lo que te hizo regresar...— concluyó con lagrimas en su rostro, pero esta vez su mirada reflejaba otra cosa; felicidad. 

Una lagrima se derramó por mi mejilla. Ella mi miró con aprobación y señaló la puerta con sus ojos.

Tomé mi mochila y salí corriendo de mi habitación. Tomé las llaves del coche de papá y manejé hasta la casa de Ana. Antes de bajarme del coche vi a Ana y a su chica afuera, parece que discuten, es obvio que están discutiendo y feo... La chica camina hacia la calle y Ana le cierra la puerta de un azotón. Me bajo del coche, ella me ve.

— Tú eres Alex, ¿verdad?— dijo ella con un tono alto.

— ¿Quién pregunta?— respondí.
— ¡La novia de Ana!— gritó con arrogancia, mi mandibula se puso dura, fulminé con la mirada a esa chica. 

— Ahora veo que no estás segura si yo soy Alex... de ser así no dirías eso tan segura— le contesté, la veo con molestia. Ella me mira de la misma manera.

— No sé para que volviste, te hubieras quedado alla... Ana está mejor sin ti... ¡todos estamos mejor sin ti!— repuso la chica.

— Ya me estás enfadando, ¿podrías callarte? además eso lo decide ella, no tú... ahora quitate de mi camino— respondí enojada. Me ha costado mucho trabajo aprender a controlarme y esta chica está sacando la vieja Alex. Camino hacia la puerta de Ana pero ella me toma del brazo y me jala.

ELLA ES MÍA. (LESBIAN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora