II

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Camine por los pasillos del hospital, mi madre se encontraba rodeándome con uno de sus brazos y podía sentir la presencia de Peter junto a nosotras, el traía consigo una maleta, habían pasado los días y por fin podía salir del hospital, aunque desconocía que tan buena idea podría significar eso.

Baje lentamente cada escalón ignorando algunas miradas sobre mi cuerpo cuando salimos, suspire llenando mis pulmones de aire fresco sin olor a medicamentos y sueros. Todo se sentía tan real.

Observe el hospital, y la gran placa dorada remarcando su nombre. 

Hospital de New York.

Tragué saliva, estaba en New York, y ninguno de mis padres me lo había confirmado antes, aunque no había hablado con ellos, apenas podía cruzar unas pocas palabras con la mayor, aún me sentía muy débil.

Visualice como Peter caminaba hacía una camioneta negra blindada y junto a su llave pudo abrir la cajuela, depositando allí la gran maleta, mi madre me sonrió y luego de tomar mi mano ambas caminamos hacía las puertas, pero cuando ella abrió la trasera me sobresalte y apreté mas su brazo, no quería alejarme de ella.

—Esta bien, cariño— murmuro—. Nos sentaremos juntas atrás.

Asentí y me dejo entrar primero, para luego colocarse a mi lado y rodearme con sus brazos, aspire el olor de su colonia, una vez mas me estaba dando muestras de cariño, pensarlo hacía que un nudo se ensanchara en mi garganta.

—¿Por que no duermes un poco, hija?— cuestiono Peter tras el volante y vi su sonrisa por el espejo retrovisor.

Pero negué aferrándome a la anatomía de mi madre, quien ahora daba suaves caricias a mi cabello.

—Sigue algo espantada— clamo mi madre—. Los médicos dicen que es algo normal, y tendremos que darle información no tan cargada.

Sentí como el coche se ponía en marcha, ellos hablaban de mi sin importarles que estuviera escuchando todo.

—Lo se— bramo Peter—. Sabes que debemos tratarlo con un profesional, ¿verdad?

—Me he adelantado a eso— exclamo ella—. Tendrá consulta con la psicóloga todos los viernes.

Trate de hacer memoria rápidamente, recordando que ella me había informado que era martes, tenía unos cuatro tres antes de visitarla, quise protestar pero era imposible, aún no me sentía libremente para poder hablar.

*

Mis piernas flaquearon en bajar del coche, sentí una gran mano en mi espalda y me aparte de inmediato impactando contra el metal de la camioneta, Peter me observo y apretó los labios.

—¿Por que se aleja de mi?— cuestiono hacía mi madre.

—Solo hay que darle tiempo, cariño. Ya verás que pronto todo seguirá como antes— siseo acariciando su espalda para luego caminar hacía mi—. Vamos, bebé. Te preparé un rico jugo de naranja.

Extendió su mano y la tome, aunque su tacto seguía siendo extraño.

Ambas caminamos hacía la casa, la observe y trague saliva, era como la recordaba, no había cambiado en lo absoluto. 

Nuestra casa en New York. 

Subí los escalones con lentitud y precisión, a ella no le importo demasiado ya que jamas aparto su brazo de mis hombros, la puerta era como recordaba, grande y de una madera oscura. Mi madre suspiro y saco la llave de su bolsillo trasero para luego acercarse a la cerradura.

Una vuelta a la llave seguida de otras dos y la puerta se abrió.

La oscuridad reinaba dentro de la casa y aquello hizo que mi cuerpo temblara.

Sh...Es un secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora