XXI (Parte 2)

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El café no era tan lejos, así que decidimos ir a pie, mi madre estaba junto a mi, caminando con paciencia y chequeando su celular en cuestión de pequeños lapsos.

—¿Estás bien?

—Claro—dijo de inmediato—. Solo estaba viendo la hora del móvil.

—Te tiemblan las manos—comente viendo como ocultaba las palmas en el abrigo.

—Lo siento.

Suspire frustrada.— No te disculpes.

—Bien...—tartamudeo—. Lo siento—agrego en susurros, pero no respondí a este último.

Llegamos al café minutos mas tarde, las mesas estaban casi todas vacías, pero igualmente opte por las últimas. 

—Tranquilízate—le pedí a la mayor, y ella asintió—. Iré yo a pedir los cafés, ¿si?, puedes ir a sentarte mamá.

Intento retricar, pero la convencí de que me esperara en una de las mesas. 

Me di media vuelta sintiendo como tiraban de mi cabello, me espante viendo el rostro del chico frente a mi, y retrocedí inconsciente.

—Hey, no tienes porque alejarte, bebé—guiño logrando que me diera repulsión.

—¿Que hacen aquí?

Ambos se encogieron de hombros, pero fue Tim el que hablo, mientras Danny permanecía callado en su lugar, la sonrisa que se desplegó de sus labios logro que mis nervios volvieran a alterarse.

—Es un lugar público, no hay ningún cartel que nos impida venir a visitar a nuestro colega.

Rodé los ojos e intente volver a caminar hacía el mostrador. Pero una mano en la parte trasera de mis jeans hizo que chillara, y volviera mi vista a ellos.

—Pero que tenemos aquí...—murmuro Danny fijando su vista en el collar dorado.

—Devuélveme eso—espete entre dientes, intente tomarlo, pero Tim sujeto mi brazo, impidiendo que avanzara.

Ahora eramos el espectáculo de toda la cafetería. 

—¡Devulve el collar, Danny!

Pero no era el grito de Tim, el que resonó en el lugar, gire mi cuerpo encontrando a Thomas detrás de mi, fruncí el ceño en su dirección, pero su vista estaba sumisa en el aludido.

—Hey, pero miren a quien tenemos por aquí—la mirada burlona de Danny paso a Thomas.

El rubio paso la vista hacía Tim, quien soltó mi brazo después de una seña de su compañero, alejándose y quedando junto a Danny.

—¿Y que haces por aquí, amigo?—cuestiono Danny girando el collar entre su dedo indice. 

Mordí mi labio fastidiada en observar como el medallon chocaba con sus dedos y palmas.

Me gire a Thomas, y por primera vez su mirada cruzo con la mía en esa tarde.

—¿Que haces aquí?—también pregunte.

—Persiguiéndote—susurro en mi oído y trague saliva.

—Oh, ya, separense, me darán algún tipo de diabetes si siguen así—canturreo Danny.

Observe como mi madre intentaba pararse y caminar hacía nosotros, pero con un ademan, logre que se quedara en su lugar, sus facciones estaban confusas pidiendo respuestas.

Me concentre en Danny, quien con una nueva orden de Thomas tiro el collar hacía mi, y lo tome entre mis manos, guardándolo automáticamente.

—¿Vienes esta noche?—pregunto fijándose en el rubio, ahora había desaparecido en la conversación, Thomas negó, y pude ver como su mandíbula se apretaba cuando Danny sonrió—. No querrás que vuelva a pasar lo de la última vez, Thom...—alargo sin apartar sus ojos del rubio.

No hubo respuestas por unos largos segundos, las voces de las pocas personas en la tienda se mantuvieron mudas, todo estuvo en silencio y pareció una eternidad. Hasta que Thomas por fin asintió.

—Los veo allá—susurro y los otros dos asintieron, pasando por su lado y alborotando su cabello.

Thomas gruñó ante el tacto pero no les dijo nada, simplemente permaneció en silencio hasta escuchar el sonido de la campana, anunciando la salida de ambos.

—¿Estás bien?—me pregunto conectando sus ojos con los míos.

Pero no necesitaba cambiar de tema.— ¿Que estabas haciendo aquí? 

—Ya te lo he dicho, Lara—respondió encogiéndose de hombros.

—¿Me has estado persiguiendo?

—Algo así—inclino su cabeza—; te vi y quise acercarme para saludarte a ti y tu madre.

Negué.—No necesito de un guardaespaldas, Thomas.

 —Oh, claro que lo necesitas—inquirió con una media sonrisa—, no me molesta serlo.

—¿De que estaba hablando Danny?

Mi segunda pregunta logro que cerrara la boca, y un silencio de unos segundos se prolongara.

—¿De que estás hablando?

Rodé los ojos, fastidiada.— ¿A donde tienes que ir?, porque básicamente te han obligado.

El rubio apretó los labios por unos instantes, y luego suspiro. Sus manos estaban en ambos bolsillos de su chaqueta, y levanto apenas los hombros.

—¿Puedo saludar a tu madre?—pero había sonado como una declaración, intento girarse hacía la mesa de la mayor, pero lo detuve, abrí la boca pero el respondió antes—. Es una fiesta, Lara. Iré a una maldita fiesta—repitió, apretando sus labios.

—¿Qué irás a hacer?

El me sonrió, y rió con sarcasmo, permanecí mantenida en mi lugar hasta que volvió a habar.

—No lo se, tal vez a conseguir a algunas chicas, que pueda proteger y que no sean tan malditamente controladoras como tu—respondió, levantando ambas cejas.

Me mantuve callada, esperando que se retractara, una señal, pero solo obtuve un bufido. Espere que se girara a saludar a mi madre, o un último saludo de su parte, pero lo único que hizo fue darme la espalda y caminar a la salida.

El sonido de la campana me indico que había sido una estúpida.

Claro que no, el era el estúpido.  

Camine hacía el mostrador, ordenando rápidamente los cafés, perseguida por la mirada de las pocas personas en las primeras mesas.

Una vez que tuve ambos vasos en mis manos, camine hacía mi madre quien no aparto la mirada de mi hasta que llegue a sentarme frente a ella.

—¿Qué ha sucedido, cariño?

Trate de tranquilizarla, acariciando su mano.—No te preocupes, eran... unos amigos.

Su rostro aún emitía confusión, pero en vez de seguir preguntando prefirió callar. Todos callaban el día de hoy.

Tome unos sorbos de café, y ella también lo hizo. Calenté mis manos con el vaso, pero no sirvió de mucho tranquilizarme, mis mejillas aún estaban sonrojadas, estaba demasiado molesta con el rubio.

¿Quien iría a una fiesta de alguien que no soportas remotamente?. No tenía ni un poco de lógica, pero nada tenía límites con Thomas, todo era malditamente nuevo con el. Y me molestaba eso, tener que comenzar de cero para conocer todas sus cualidades, y perderme en tratar de resolver todos sus enigmas.

Odiaba que me mintieran. Y sabía que aún se escondían muchas mentiras en el.

Tragué rápido, quemando mi garganta, gruñí ante el contacto del café, y mi madre rió, pasándome una pequeña botella de agua que siempre llevaba en su bolso.

—¿Estabas conmigo?—cuestiono ella, y fruncí el ceño, alcanzándole la botella—. Parecías en otro mundo.

—Oh, lo siento—me disculpe jugando con mis manos—, solo estaba pensando un poco.

—¿En que cariño?

Era una buena manera de cambiar de tema.— En tus explicaciones.   

Sh...Es un secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora