XI (Parte 2)

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Mis padres estuvieron hablando con Thomas alrededor de una hora, insistieron en decirle que tan delicada estaba, en como cuidarme y a la hora que tenía que estar en casa. Mas bien mi madre, quien no dejo de hacerle preguntas una vez que se sentara en el sofá, mi padre simplemente cruzo unas escasas palabras con el chico, pero remarco los límites.

Momentos después nos separamos de los mayores, y estaba agradecida de ellos, nos dirigimos a la salida y ambos nos siguieron.

—Y recuerda, que tiene que estar tem-

—Mamá—susurre entre dientes, ella me observo y alzo una ceja—. Listo, Thomas... ha escuchado y entendido todo lo que has dicho.

Ella hizo una mueca, asintió pero al intentar volver a hablar mi padre interrumpió.

—Cariño, ambos han entendido— clamo sobando la espalda de ella—. Que tengan una linda velada. Thomas— y extendió la mano estrechándola con la de él—. Espero que te diviertas, pequeña— me dijo al oído cuando me dio un corto abrazo.

Al separarnos Thomas hizo un ademan acompañado de una reverencia, sonreí y el rió. Doblo su brazo y envolví el mio con el suyo, para luego caminar hacía la camioneta estacionada en la vereda.

—Yo, lo siento mucho... por mis padres— musite en cuanto el coche comenzó a andar.

Lleve mi vista a algunos de los niños en la vereda acompañados de sus madres, con sus trajes de Holloween y colocando los dulces en sus bolsas.

Thomas chasco la lengua, mientras colocaba el segundo cambio.—No te preocupes, ellos me agradan.

—Y ellos te torturaran a preguntas cuando lleguemos.

Rió y se encogió de hombros.

—Creo que no me molestaría— dijo dándome un rápido vistazo para luego fijarse nuevamente en la carretera—. Además... creo que me atendería a todo con tal de poder salir contigo.

—¿Hasta tener que soportar muchas preguntas de ellos?

Asintió.— Mil de ellas.

Le sonreí pero no respondí, y así nos mantuvimos por unos momentos, aunque el silencio que se había generado no era para nada incómodo, minutos después Thomas encendió la radio.

—¿Que quieres escuchar?— cuestiono, vire mi cabeza y me encogí de hombros.

—No lo se, lo que tu quieras.

—Cuando ibas a mi casa, siempre nos pasábamos escuchando a Maroon 5, te encantaba la banda— dijo y una sonrisa nostálgica se desprendió de sus labios—. Decías que te ibas a casar con Adam, los cambios de la vida ¿no?, Adam ya esta casado.

Fruncí el ceño.— ¿En verdad me gustaban?

—Sip— dijo doblando en una esquina—.  Y me traumaste a mi, cuando estabas en el hospital escuchaba el disco que tu me regalaste. Voy a ponerlo.

Asentí y luego coloco el disco en su lugar, segundos después la melodía invadió el coche, y luego las voces, pequeños recuerdos cruzaban por mi cabeza, y en cuanto menos quise pensarlo me encontraba tartamudeando la canción, el acto logro que Thomas chillara en lo alto, golpeando apenas el volante.

—¡Sabía que lo recordarías!— grito con una sonrisa—. ¿Recuerdas cuando nos escapábamos en el carro de tu padre al lago para escuchar el disco?

—¿Nos escapábamos en el carro de mi padre?— cuestione alzando una ceja.

Thomas rió y asintió.— Bueno, si, pero sh... es un secreto.

Asentí riendo apenas, pero no pude recordar que ambos nos escapábamos, la tapa del disco se encontraba arriba del descanso del coche, lo cogí y observe, unos recuerdos vagos corrieron por mi mente cuando divise la estructura y colores de la tapa, pero nada concreto.

—¿Me lo prestarías?— pregunte.

Thomas redujo la velocidad, me observo apenas y sonrió, creí que asentiría, pero fue todo lo contrario, el rubio negó y me arrebato el sobre de las manos.

—¿Que? ¿te estás escuchando mujer?— exclamo y fruncí el ceño sin entender—. Esto puede ser la primera y la última cosa que me regalaras, estás loca si piensas que te lo regalare.

—No dije regalar— proteste—. Dije prestar.

—Menos— dijo de inmediato—; es la cosa mas preciada que tengo, llévate mi casa, pero este disco es valioso.

—Eres un testarudo— brame entre risas viendo como cubría el estuche con uno de sus brazos, mientras el otro no se apartaba del volante.

Thomas asintió.— Mucho, por este disco mataría a alguien— siseo y vire mi cabeza de inmediato—. Eso sonó demasiado cínico, vale, ¿quieres llegar a una apuesta?

Me acomode mejor en el asiento y asentí.— ¿Que clase de apuesta?

—Consiste en que cuando tu me compres otro disco yo... te presto este.

—¿No sería mas fácil si yo me lo compro para mi?— interrumpí y el bufo.

—¡Por favor, Lara!— chillo—. Puedo darte el dinero y lo único que tienes que hacer es comprar el disco por mi.

Fruncí el ceño con exageración.— ¿Estás escuchando lo que estas diciendo? pero si es así, te lo compras tu.

El rostro de Thomas fue épico, reí ante su gesto de amargura, si hubiera tenido una cámara cerca de mi, de seguro sacaría unas cuantas.

—¿Como te hago entender que es mas especial cuando las cosas vienen de ti?— cuestiono.

Controle mi respiración, trague saliva y relamí mis labios, los entreabrí, pero no fue hasta la segunda vez que lo intente que la voz salió.

—Vale— asentí, ganando que uno de sus hoyuelos apareciera—. Entonces... ¿tu me regalarás el disco?

La carcajada del rubio inundo todo el auto.— Soñar no cuesta nada.

—¡Y no ganaría nada!— exclame.

—Solo te lo prestaría dos días— dijo—. Solo dos y no pidas mas.

Rodé los ojos.— Eso es muy injusto.

—No para mi— clamo de inmediato—. Es una excusa para poder verte otra vez.

Entreabrí mis labios, pero no respondí. Me límite a sonreír y enfocarme en la carretera mientras la música aún se reproducía. 

Aunque ya no necesitaba mas excusas para verlo.



Llegamos media hora después, lo supe cuando escuche la música desde una cuadra de distancia, también las luces de colores jugaron el mayor papel. Thomas estaciono el coche media cuadra antes de llegar a la casa, ya que habían muchos ocupando la entrada. 

—¿Estás lista?— cuestiono mientras se sacaba el cinturón de seguridad.

—Hay... muchas personas— susurre sintiendo como de a poco me consumía el nerviosismo.

Escuche un suspiro de su parte, mi vista estaba posada en la ventanilla, así que cuando sentí su mano sobre la mía fue fácil que me sobresaltara, vire mi cabeza y lo observe acariciando mi palma.

—No tienes que preocuparte, ¿vale?— siseo—. Estaré contigo todo el tiempo, Lara. Y cuando te sientas incomoda podremos irnos, ¿entiendes?

—¿No me dejarás sola?— pregunte a medida que mordía mi labio inferior.

—Jamas— fue su única palabra.

Y con esa simple palabra logro convencerme, cuando rodeo el auto y me ofreció una vez mas su brazo.

Sh...Es un secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora