→ f i f t y f i v e

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Harry
Al parecer, Alejandro estaba en lo cierto, ya que todos los tíos del lugar querían bailar sus bailes obscenos con Faith. Cuando nosotros acabábamos de cenar, justo su turno terminaba, por lo que se ofreció para llevarnos a un local para conocer la fiesta del lugar. Sandy y Faith aceptaron de primeras, sin embargo yo me guardaba mi opinión sobre él y su "mamita" a cada dos palabras que le dirigía a Faith. Nos llevó a un local donde sonaba música latina, tipo samba, o mierdas así; y donde Faith no dejaba de ligar con cada chico que se cruzaba. ¿Cómo no iba a ligar con el escotazo que llevaba? La sangre me estaba hirviendo en las venas, sin embargo, me mantuve quieto, sentado en un taburete, bebiendo mojitos.

— ¿Se llevan muy bien, eh? – dijo Alejandro, apareciendo de repente de la nada; señalando hacia Faith y Sandy que estaban bailando juntas. Bueno, Faith bailaba, Sandy se movía, intentando ir al ritmo de la música y no parecer un bicho palo, pero no lo conseguía. Bailar no era lo suyo.

— Claro. ¿No lo ves?

— Me refiero si se llevan... ya sabes... muy bien – insistió.

— ¿De qué coño hablas?

— Que si son lesbianas.

— ¿¡Qué!? Claro que no, que asco, joder. ¿Por qué todo el mundo dice lo mismo? – mascullé, dando una arcada – Son mejores amigas. La pelirroja es mi novia.

— Calma, amigo – rió, pasando su brazo por encima de mis hombros, haciendo que solo quisiera darle un puñetazo en la cara –. Es que como Faith ha rechazado a todos.

— ¿Os ha rechazado?

— Sí, dice que bailar sí, pero que nada más.

— La tengo bien enseñada.

— Podrías haberle enseñado a ser un poco más mala... – murmuró, mordiéndose el labio y mirando a Faith de arriba a abajo, prácticamente violándola con la mirada.

— ¡Deja de mirarla así! ¡No es un pedazo de carne, imbécil! – chillé, empujándole.

— Hey, calma, amigo – dijo, alzando sus manos como si no hubiera hecho nada malo. Yo fruncí el ceño, sintiendo que aquello había sido la gota que colmaba el vaso.

— Calma mis cojones – murmuré, acercándome con intención de darle el merecido puñetazo que su cara estaba rogando a gritos. Sin embargo, antes de poder hacerlo, alguien agarró mi brazo con fuerza. Al girarme vi a Sandy, mirándome con el ceño fruncido –. ¡Suéltame! ¡Quiero pegarle! – pedí casi con una rabieta de niño pequeño, pero estaba borracho, eso lo justificaba todo.

— No. Cállate, estúpido. Alejandro ha sido muy majo con nosotros, ¿por qué querrías pegarle? – Sandy me hizo bajar el brazo y abrazó mi cintura.

— Porque es un estúpido. Estaba mirando a Faith de una forma muy fea. ¡Lo mato! – exclamé, recordando su lasciva mirada, y queriendo saltar sobre él, pero Sandy de nuevo me detuvo, y Faith se colocó delante de Alejandro para defenderle.

— Gracias, mamita – le dijo el cubano, sonriendo ampliamente –, pero no te preocupes. Este idiota no puede hacerme nada.

— ¿Ah no? ¿¡Ah no!? – exclamé enfadado, soltándome del agarre de Sandy y apartando a Faith de un empujón – ¡Mírame hacerlo!

Me quise lanzar directo hacia aquel idiota para darle una paliza, primero por cómo había mirado a Faith; y segundo por haberme retado a ello. Pero antes de siquiera poder dar un paso, cinco cubanos más se pusieron a su alrededor, defendiéndole; y dos me agarraron los brazos, uno de cada lado. Alejandro sonrió y señaló la puerta con la cabeza, haciendo que los dos chicos que me sujetaban me llevaran hacia allí.

Unholy TrinityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora