Capítulo 1.

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La vida es un juego de azar, eso piensa Blas que, a sus escasos diez años ya ha pasado por humillantes atrocidades, no es normal que tu tío a quien más confianza le tenías por haberte cuidado desde que eras un ser indefenso, se haya atrevido a intentar abusar de ti incontables veces.

Por otro lado Carlos, un pequeño de ojos color verde mezclado con miel, caminaba tomado de la mano de su abuelo Will, quien los dirigía hacia la plaza del Sol en Madrid, España. Había una mañana preciosa, de esas que Blas tanto amaba; el cielo se lograba apreciar cristalino como si se tratara del mar y sus olas.

El último tocaba una hermosa melodía en un piano eléctrico que había tomado antes de escapar de su casa. Él amaba aquel sentimiento que le daba presionar sus dedos contra las teclas, era como tocar las estrellas.

Al cabo de su actuación dio las gracias y pasó por algunos donativos de los espectadores que se encontraban a su alrededor.

— Que lindo — comentó la voz del pequeño Carlos (este tendría nueve años) —. ¿Me enseñarás a tocar así?

Blas levantó el rostro un poco distraído e ilusionado, estaba acostumbrado a que personas de edad mayor elogiaran aquellas melodías pero jamás lo había escuchado de nadie menor. Sus mejillas se tornaron de un color cereza al mirar a Carlos que venía tomado de la mano de Will, sintió sus rostro arder jamás había visto un niño tan especial este portaba una corona sobre su cabeza, su cabello era castaño y su sonrisa era dulce como ninguna otra que hubiese visto. Algo en verdad extraño, al menos para él. Muchas personas estarían tentadas a decir que se trataba de un niño común Carlos. No lo era.

Carlos le sonrió tímido al pequeño detrás del teclado, había sido realmente tierno al ruborizarse y eso le había encantado por ello tendría un plan para que su abuelo no solo le diera dinero para el pequeño sino un algo extra.

— ¿Me ayudarás? — volvió a preguntar Carlos con esa voz que le había parecido totalmente angelical a Blas.

Asintió nervioso, no podía creer que le estuviera pidiendo eso.

— Abuelo — dijo Carlos —. ¿Podemos llevarlo a comer?

Will miró estupefacto a su nieto, no era el hecho de que hiciera amistades tan fácilmente, sino que Carlos no había vuelto hablar desde que la pareja de su hija, Nathaniel, le había pegado hasta dejarlo inconsciente. Sin embargo Blas lo había logrado sin esfuerzo alguno.

Will se quedó pensativo no sabía si la propuesta era buena idea.

— ¡Vamos! — chilló Carlos a su abuelo.

— Claro, sólo si eso te hace feliz — respondió Will con una sonrisa.

Carlos se giró para pedirle a Blas que les hiciera compañía pero él se encontraba escondido tras un frondoso árbol que sólo dejaba ver un piano mal escondido, Carlos rio y se acercó hasta él.

— Soy Carlos — le tendió la mano y le ofreció una sonrisa.

— Bla... Blas — respondió cabizbajo el pequeño de ojos azulados que hacía pequeños semicírculos con sus pies sobre el pasto.

La comida había sido perfecta para ambos pequeños. Después de tan largo día sólo quedaba algo que hacer.

— Gracias señor — susurró Blas y le extendió la mano a Will.

— Fue un placer tenerte para la comida Blas — respondió Will para después tomar la mano de Carlos.

— ¡Gracias Blas! — exclamó Carlos con una sonrisa.

— Gracias a ustedes — respondió Blas tímidamente ante la mirada de Carlos.

Carlos besó rápidamente la mejilla de Blas y se apartó con su abuelo, de no haberlo hecho el último hubiera notado el rubor en sus mejillas.

— Tengo un amigo — dijo tiernamente Carlos mirando a su abuelo dando por terminado otro día.

¡My Angel! //Blarlos//CANCELADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora