Prólogo

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Prólogo.

Eran las cuatro y seis minutos de la mañana, y Lorrie no conseguía conciliar el sueño.

Llevaba horas dando vueltas en la cama sin encontrar manera de dormirse. Se había levantado para tomar un vaso con leche caliente y comer una galleta de chocolate, tarareaba canciones aburridas que le oía cantar a su madre a veces e intentaba contar ovejas, pero se rindió una vez llegó a las 136. Nada parecía funcionar.

Más de una vez molestó a Seth con su incapacidad para quedarse quieta, haciéndolo gruñir incómodo y reacomodarse debajo de las frazadas, aunque jamás lograba hacer que abriese del todo sus ojos. Resopló molesta. No podía pedirle a Seth que la acompañase en su insomnio porque su esposo siempre había tenido un sueño increíblemente pesado y solo su despertador conseguía despertarlo en aquella casa.

Su día había sido duro. En la mañana tuvo problemas con Blair porque no quería quedarse en la guardería y se aferraba desesperadamente a su pierna, aunque no lloraba. Concentraba todas sus fuerzas en no dejar que la mujer extraña vestida de payaso la separase de su madre. Cuando al fin logró dejarla, tuvo que correr para no llegar tarde al trabajo, y gracias a que llevaba zapatos de tacón terminó en el suelo cubierta de lodo.

Además de recibir una reprimenda gracias a su demora y una toalla para limpiarse por parte de Alex, encontró en su escritorio decenas de bocetos que tenía que corregir debido a que Taylor no podía asistir esa semana y le había caído a Lorrie todo el trabajo. Con un suspiro se sentó frente a la computadora, tomó su lápiz y empezó a borrar y trazar lo más rápido que le fue posible.

Para la hora del almuerzo le faltaban todavía doce, lo que le hizo sencillo deducir que debería llevar trabajo a casa si no quería tener que asistir el sábado. Entregó los pocos que ya estaban hechos antes de ir a comer algo, aprovechando para llamar a Seth y averiguar cómo estaba. Al menos su voz le alegró un poco el día.

De vuelta a su cubículo se dejó caer en la silla. Casi tira un nuevo montón de papeles que había allí. Sobre la pila una nota firmada por Alex le decía que había varias líneas que no coincidían con la imagen que intentaba plasmar y que tenía que resolverlo. Golpeándose mentalmente por no prestar más atención, se colocó sus gafas y empezó de nuevo desde el principio, maldiciendo por lo bajo.

En la noche, cuando consiguió terminar la mitad y recibir el aval de Alex, cayó una lluvia torrencial. No había traído nada para cubrirse. Salió rápidamente en dirección a casa, empapándose cada vez más y abrazando la carpeta con los demás reportes para que no se arruinaran debido a la lluvia. No se dio cuenta del desnivel en el cemento solo hasta que sintió un dolor punzante en su tobillo.

Llegó mojada de pies a cabeza, temblando de frío; con papeles llenos de trabajo, el tobillo torcido y el tacón semidestruido, además de su vestido rojo cubierto de lodo. Cerró tras de sí con fuerza como si tuviese miedo de que los horrores de las calles la alcanzaran aún en su propio hogar.

La casa estaba a oscuras. Desde la sala de estar llegaba una luz parpadeante, y al dirigirse allí vio a Julie sentada en el sofá, observando tranquilamente un programa de investigación donde mujeres lidiaban con gente que estaba obsesionada con ellas. Julie le dijo que Blair ya estaba dormida, así que Lorrie le agradeció y le pidió que se fuera después de pagarle la semana.

Seth arribó media hora más tarde, luego de que Lorrie ya se hubiese dado una ducha caliente. Ella estaba en ropa de dormir con sus gafas puestas y frente al computador, haciendo todos los bocetos que pudiese. Se saludaron con un beso rápido para que después Seth se dirigiese a la cocina y regresase con una taza de café rebosante de azúcar, tal y como a Lorrie le fascinaba.

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