33 | ¿Sabías que te amo?

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Capítulo 33: ¿Sabías que te amo?

Matt.

El jardín estaba lleno de sillas plateadas que rodeaban unas mesas redondas cubiertas con inmaculados manteles blancos. Tenían varias copas de vidrio acomodadas en un pentágono perfecto, y una botella de vino de algún precio exageradamente alto apoyada en una base de metal en el centro. Las mesas estaban decoradas con una escultura de cristal de dos cisnes que tenían en medio una rosa llena de más diminutas flores brillantes. El suelo estaba cubierto de cientos de globos transparentes con todavía más pequeñas flores dentro. Me sorprendió ver tantos puntos de luz por todas partes.

Char y yo caminamos hacia la mesa más cercana a la salida, abriéndonos paso entre los globos y los familiares de los novios que también buscaban dónde sentarse. Distinguí al padre de Alexia hablando con la madre de Zander. Había dos pequeños niños jugando a correr entre los globos y a arrojárselos como si fuesen bolas de fuego. Roxanne ya estaba buscando al hombre que servía los postres. No había visto a Zander desde que se acabó la boda, cuando me lanzó apenas una mirada por sobre el hombro antes de caminar por la alfombra roja de la mano de Alexia hasta salir de la zona del jardín con el altar.

Observé alrededor como si estuviese buscándolo, aunque una parte de mí trataba de no hacerme ver tan desesperado. Char pareció notar mi ansiedad y tomó mi mano por debajo de la mesa, provocándome una sensación de calma y compañía instantánea. La miré mientras ella me dedicaba una sonrisa igual a la que me había lanzado antes del inicio de la boda. Le sonreí también, y me incliné un poco hasta rozar nuestros labios en un beso cargado de ternura y agradecimiento. Entonces Roxanne apareció finalmente con dos platos llenos de cupcakes de distintos colores.

—¡Miren lo que conseguí! —gritó emocionada, extendiéndonos uno de los platos y dejándolo sobre la mesa frente a Char. Este tenía cinco cupcakes recubiertos de nata blanca, y cada uno constaba de una decoración diferente que variaba entre corazones, corbatines, sombreros de copa y flores rodeadas de perlas—. Ese es para ustedes —dijo, antes de levantar su propio plato. Al volver la vista, Char tuvo que ahogar una expresión de sorpresa al notar que Roxanne tenía apilados al menos quince—, y este es para mí —finalizó, observando el plato casi con deseo.

—¿Te vas a comer todo eso? —preguntó Char, impresionada, señalando el plato de mi amiga. Roxanne observó los cupcakes que tenía antes de encogerse de hombros, como si no fuese mayor cosa. Yo la conocía, y sabía que ella acabaría terminándose todos los postres de la fiesta y tendrían que sacarla para que no siguiese arrasando con todo.

Char me miró con los ojos abiertos de la impresión. Señaló a Roxanne, articulando un “¿Es en serio?”. Me limité a sonreírle divertido, como tratando de decirle que no debería de sorprenderle, antes de murmurar un “Es típico de ella”. Char negó con la cabeza y los dos regresamos a mirar a Roxanne, quien tomó uno de los cupcakes del plato que sostenía y lo giró en su mano, mirándolo como un científico observaría alguna sustancia que debía de analizar con todo el cuidado del mundo.

—Mi querido cupcake, no te conozco de mucho, pero ya siento que te amo y que te necesito dentro de mí —le dijo con algo de ternura, que dirigida a un objeto resultaba casi absurda. Char y yo intercambiamos miradas, y pude notar su esfuerzo por no estallar en risas frente a las palabras de Roxanne. Mi amiga le dio un mordisco al cupcake para después relajar todo el cuerpo y lanzar un “Mmm” satisfecho—. Maldición, ¡está delicioso! ¡Necesito más de esto en mi vida! —exclamó con la boca llena, dándole otro mordisco al cupcake. En menos de cinco segundos, ya se lo había acabado y tomaba otro del plato.

Char observó nuestros propios cupcakes antes de agarrar uno también, con el diseño de dos pequeñas argollas doradas entrelazadas entre sí. Lo probó, murmurando algo un segundo más tarde y mirándome como si lo aprobase. Me mostró un pulgar arriba, por lo que tomé uno por mi parte y le di un mordisco. El sabor a chocolate blanco inundó mi boca por completo, acompañado de lo que parecían unas diminutas explosiones de cereza en medio de un montón de crema. Cerré los ojos un segundo en cuanto en mi cabeza se disparó el recuerdo de mi madre haciendo cupcakes con la madre de Zander cuando yo tenía ocho.

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