26 | Arma batida

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Capítulo 26: Arma batida.

Char.

Me llevé el vaso a los labios y me acabé el agua de un tirón, sin detenerme a respirar. Lo dejé sobre el mesón de la cocina y apoyé las dos manos en la encimera antes de bajar la cabeza y cerrar los ojos. Respiré profundo, tratando de tranquilizarme. Detestaba estar atrapada en el recuerdo. No podía dejar de pensar en Wilder. Ni de sentir escalofríos cada vez que me volvía a la cabeza. Ni de temblar siempre que creía sentir de nuevo sus labios sobre mi cuerpo...

Abrí los ojos y sacudí la cabeza bruscamente. Ya basta. Él estaba ganando aún cuando ni siquiera estaba allí. Tenía que sacarlo de mi mente. Apreté con fuerza los dedos en el borde del mesón mientras escuchaba el sonido del agua de la ducha en la que estaba Matt. No era muy fuerte, pero en medio del silencio del resto de la casa, parecía retumbar con fuerza en las paredes e inundar mis oídos. Me pregunté dónde estaría Roxanne. Era su trabajo mantener el ruido todo el tiempo.

Levanté un poco la cabeza, buscando algo para distraerme. Frente a mí había un recipiente lleno de cucharas de madera junto a un montón de naranjas en una canasta de metal. Daban la apariencia de que nadie las había tocado desde hacía tiempo. También vi dos pequeños frascos de vidrio con sal y pimienta, y justo al lado, varias latas de crema batida. Algunas estaban marcadas con sellos rojos que tenían forma de X.

Fruncí el ceño y tomé una de las latas para poder verla mejor. Esta no tenía el sello en ninguna parte, pero sí tenía escrito en la base “Crema batida propiedad de Roxanne; no tocar bajo ninguna circunstanciacon rotulador negro. Sonreí divertida mientras le quitaba la tapa y colocaba el dedo en el pulsador. Llené la punta de mi dedo índice con crema batida antes de llevármelo a la boca y probarla, imaginándome qué haría Roxanne si me viese.

Escuché el sonido de la puerta empezar a moverse de repente. Volví la cabeza hacia ella, viendo el picaporte girar como si en cualquier momento estuviese a punto de abrirse. Por un segundo creí que se trataba del padre de Matt –con quien no quería pasar tiempo a solas porque no parecía nada amigable– hasta que la puerta comenzó a temblar bruscamente, como si la persona al otro lado quisiese forzarla o estuviese teniendo algún problema con la llave de entrada.

Di unos pocos pasos hacia la puerta, con cautela, llevando la lata de crema batida frente a mí como si fuese a protegerme. El sonido de la ducha se detuvo. La puerta también dejó de moverse inmediatamente después, lo que me hizo frenar en seco y voltear a mirar hacia el pasillo, casi como esperando a que Matt saliese de su habitación. Al oír que la puerta cedía y comenzaba a abrirse, regresé la vista hacia ella, con la lata abrazada a mi pecho.

Una chica entró a la casa con total naturalidad, cerrando detrás de sí y con una sonrisa de victoria en el rostro. Por alguna razón no fui capaz de tranquilizarme del todo. La recorrí de pies a cabeza recelosamente mientras ella guardaba con satisfacción una pequeña llave plateada en el abrigo largo marrón que llevaba. Traía unos zapatos de tacón negros con lazos alrededor de los tobillos. Hacía un frío invernal afuera, pero no tenía nada cubriéndole las piernas.

Ella levantó la mirada, dándose cuenta de mi presencia, y sus pasos también pararon. Quedamos separadas por unos metros. En cuanto el verde de sus ojos se llenó de un odio que trató de esconder de inmediato, sentí un breve pero nada agradable déjà vu que me hizo fruncir el ceño y dar un paso hacia atrás, como un reflejo de defensa. La sonrisa de la chica flaqueó unos instantes, pero se recuperó rápidamente. Juntó las manos frente a ella. No dijo nada.

—Ehm... Hola, creo —murmuré, sintiendo que su rostro y su actitud se me hacían familiares. Empecé a rebuscar en mi cabeza, tratando de distinguir de quién se trataba, mientras ella no dejaba de sonreírme. El rencor que escondía era cada vez más inquietante—. ¿Qué estás haciendo aquí?

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