25 | Libras esterlinas

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Capítulo 25: Libras esterlinas.

Matt.

—Tengo una pregunta, Matt.

—¿Sí?

—¿Estuviste en una secta satánica alguna vez?

Fruncí el ceño y dejé de mirar la carpeta en la que estaba buscando para poder verla a ella. Estaba arrodillada frente a mi mesa de noche, con todos los cajones abiertos, y me observaba interrogativamente. Me enseñó una foto que tenía en sus manos, y me incliné un poco hacia ella para poder verla mejor.

Era de hace tres años, en una fiesta de disfraces que habían hecho Zander y Alexia antes de comprometerse. Yo llevaba el cabello tan largo que conseguía cubrirme el lado derecho de la cara. Estaba pálido, tenía ojeras, ropa oscura y los ojos inyectados en sangre. Realmente parecía miembro de algún club malvado que hacía reuniones nocturnas en cementerios para pedir a los fantasmas que habitasen su cuerpo.

—Muy graciosa —le dije sarcásticamente, a lo que ella comenzó a mirar intercaladamente la foto y a mí, con gesto de duda y horror. Traté de no reírme para no seguir animándola a que siguiese tu actuación—. Deja eso. No voy a matarte para robar tu corazón, si es lo que temes. Tengo otras maneras de ganármelo que no involucran muertes.

—Muy gracioso —repitió ella, en su típico tono molesto fingido, dejando de lado la foto. Volvió a concentrarse en la búsqueda, revolviendo las cosas de mis cajones. Logré ver un leve rubor en sus mejillas, lo que me hizo esbozar una pequeña sonrisa casi de victoria.

Regresé la vista al estante de mi habitación. Terminé de revisar la carpeta en la que buscaba, en la cual solo encontré exámenes viejos de la primaria, y la dejé de nuevo junto a todos los libros y montones de papeles que tenía. Observé superficialmente las opciones que me quedaban. Ya había revisado casi todo lo que había encontrado. Solo faltaba una carpeta azul –rota en una de las esquinas– y una púrpura –que parecía llena de artículos de periódico–, por lo que decidí buscar en la primera.

La tomé y comencé a mirar en medio de los informes y las hojas de papel impresas llenas de manchas de tinta. Solamente encontraba identificaciones tachadas por todas partes, algo que parecía un folleto acerca de un auto revolucionario de los años 90's, y algunos dibujos que parecían hechos por un niño de tres años. Lancé un resoplido molesto. ¿Dónde rayos estaban mis documentos?

—Tengo otra pregunta, Matt.

Suspiré algo agotado. Char no había dejado de hacerme preguntas por cada cosa que encontraba, como si quisiese saber hasta el menor detalle de mi vida solo con las respuestas nada reveladoras que le daba.

—¿Sí?

—¿Qué tanto te ha crecido desde esta foto?

Algo en su tono y en sus palabras consiguió alarmarme. Volví a mirarla. Esta vez estaba extendiendo la foto hacia mí, con una sonrisa sospechosamente grande en el rostro. Me fijé en la imagen. Se trataba de esa típica fotografía que los padres solían tomar para hacerte querer desaparecer cada vez que se la enseñaban a alguien; ese día en el que tenías unos cuatro años, tu madre aparecía con una cámara en medio del baño, y te tomaba una fotografía desnudo y cubierto de espuma mientras sostenías un pato de goma o algo así.

—Porque si sigue así de pequeño —añadió, señalando mi entrepierna en la imagen con toda la inocencia y naturalidad del mundo, como si todos los días viese imágenes de chicos desnudos cuando eran pequeños. Hizo un gesto de lástima—. Bueno... Eso resta muchos puntos, ¿sabes?

Sentí mis mejillas encenderse de vergüenza en milésimas de segundo. Casi sin darme cuenta, ya estaba frente a ella y le había quitado la fotografía de las manos, en un movimiento exageradamente desesperado. Char empezó a reírse de mi reacción mientras yo sentía la cara completamente ardiendo. Decidí cubrir mi rostro con la mano que todavía tenía libre para no verle a los ojos. Jamás me había sentido más avergonzado en mi vida. Aunque... También había besado a Zander en una heladería, ¿cierto?

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