✔Capítulo 41: Tenemos que hablar.
Char.
Estaba frente a la única casa con decoraciones de Halloween de toda la calle. Toqué el timbre, algo tensa, y me balanceé sobre mis talones. Sentía algo de frío aunque llevaba puesto mi suéter, por lo que me rodeé con los brazos. Finalmente la puerta se abrió y me encontré con Dani usando un saco de cuello alto púrpura, unos vaqueros y unas botas negras. Apenas me vio, su mirada tembló con duda. Se hizo a un lado, invitándome a pasar. Ni siquiera tenía ánimo para saludar. Cerró detrás de mí y levanté la mirada, observándola.
-¿Dani? -pregunté en busca de su atención. Ella me miró. Estaba mordiéndose el labio con la fuerza necesaria como para hacerse daño-. ¿Dónde está?
-En su habitación -contestó. Asentí ante la respuesta, viéndola cerrar los ojos y apretar las mangas de su suéter en un puño. No había rastro de la Dani que había estado a punto de organizarme una fiesta hacía una semana cuando le conté que Matt y yo habíamos estado juntos. Lucía como si se fuese a quebrar en cualquier segundo.
-Sabes que no tienes que hacer esto tú.
-Prefiero ser yo quien se le explique -dijo con suficiente convicción como para no hacerme preguntarle de nuevo. Dani se veía nerviosa y asustada; y lo peor de todo, sola. No iba a dejarla así.
-Dani -volví a llamarle. Cuando me miró, abrí mis brazos. No estaba segura de si iba a aceptar mi abrazo o no, pero ella tardó apenas un segundo en lanzarse a ellos y rodearme como si realmente necesitase apoyo. Me apretó con fuerza. Distinguí que sorbía por la nariz y no hice más aparte de acariciar su espalda cubierta de su cabello rubio-. Hey, tranquila. Todo estará bien.
Dani no respondió. Me limité a seguir tratando de calmarla hasta que se separó lentamente de mí, parpadeando varias veces. Después me sonrió agradecida antes de pasarse la manga del suéter por la mejilla para limpiarse unas lágrimas inexistentes, como en un acto automático. Señaló con la cabeza hacia las escaleras. Empecé a subir. Más o menos a mitad de los escalones comencé a escuchar la voz de Gin como un balbuceo incomprensible. Cuando me acerqué a su habitación, logré captar algunas palabras.
-¡No! ¡Scott! ¡Stiles!
Fruncí el ceño y volteé a ver a Dani, quien apenas terminaba de subir. Le señalé con la cabeza la puerta cerrada del cuarto de su hermana con gesto interrogativo. Ella se encogió de hombros, en una clara señal de que no tenía idea. Posé la vista en la puerta blanca, llena de calcomanías de caricaturas y letreros de cosas que a Gin le gustaban, como Stitch, los minions o una frase de un libro que alguna vez leyó. Más arriba había afiches de series como Teen Wolf o Stranger Things.
-¡No te atrevas! -exclamó Gin. No sabía a quién se suponía que le estaba hablando, pero casi se oía triste y desesperada, como si estuviese viendo algo terrible y no pudiese detenerlo-. ¡Es tu mejor amigo! ¡No lo hagas; detente por él!
Decidí interrumpirla tocando la puerta. Un golpe dudoso, seguido de dos más firmes. Percibí a Dani junto a mí, preparándose. Gin gritó un "¡Adelante!" y con cuidado, giré la perilla de la puerta. Lo primero con lo que mis ojos se toparon fue con las paredes de la habitación llenas de globos de colores pintados. Había una pizarra de acrílico blanca cubierta de frases y garabatos hechos por Gin. La cama tenía frazadas azul pastel, y el armario abierto del otro lado delataba su despensa secreta de crema de avellana en los estantes superiores y su ropa en los inferiores. La televisión se encontraba colgada en la pared directamente frente a la cama, y tampoco se salvaba de tener calcomanías por todas partes.
Gin estaba sentada de piernas cruzadas sobre las frazadas, abrazando un panda de peluche que su padre le había regalado cuando cumplió cinco años. Tenía una caja de galletas de chocolate a su lado. Vestía un short de mezclilla y un suéter a cuadros. No traía medias ni zapatos, y su cabello rubio estaba apenas recogido por un prendedor. Observaba con atención la televisión, casi como hipnotizada, hacia los dos adolescentes hablando en la pantalla. Uno de ellos parecía estar tranquilizando a otro que sostenía una especie de bengala.
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Gracias a un libro
Teen FictionEl libro, según el diccionario, es un conjunto de hojas impresas que forman un volumen ordenado para la lectura. El libro, según Char y Matt, es alguna clase de portal mágico gracias al cual chocaron con la vida del otro, y con el cual acceden a otr...