8 | La tercera rueda

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Capítulo 8: La tercera rueda.

Char.

La empleada rubia nos echó un vistazo antes de poner los ojos en blanco y continuar en sus asuntos. Hacía tiempo había dejado de verme como alguien divertida para comenzar a creer que fue un error dejarme entrar, pero no perdió su tiempo tratando de reprenderme, habiendo aprendido que no le prestaría atención después de que la ignoré unas diez veces antes.

Yo no podía hacer más que reírme. Matt había caído de espaldas en el chocolate y trató de utilizar sus manos para amortiguar la caída, pero debido a la profundidad de la bañera terminó sumergido hasta la cabeza. No demoró ni dos segundos en salir respirando como si le hiciese falta el aire, y pasarse las manos por la cara para limpiársela un poco, permitiéndome así ver sus ojos furiosos.

—Estás... Estás... —dije como pude en medio de risas antes de sostenerme el estómago y doblarme en dos. No podía respirar. Menos si seguía viendo la ropa de Matt totalmente marrón y su mirada de odio.

—Te voy a asesinar —amenazó entre dientes para después incorporarse como pudo. Acabó de quitarse el chocolate de la cara. Me era difícil tomarlo en serio si parecía que se hubiese revolcado en el lodo—. ¡Mira cómo has dejado mi ropa! ¿Cómo se supone que volveré a casa ahora, Char?

Hice mi mejor esfuerzo para recuperarme. Respiré profundo para conseguir tomar el aire a la vez que Matt levantaba los brazos, mostrando que el chocolate goteaba de su camisa. Las pocas personas que se habían quedado cuando estaba con Nick perdieron la paciencia y salieron de allí, dejando la bañera solo para nosotros.

Pero él seguía enfadado. En su rostro se mostraba un semblante molesto y de preocupación, como si no fuese capaz de ver el lado positivo de nada. Estaba en una bañera de chocolate teniéndola casi a su disposición, y en lugar de intentar disfrutarla estaba pensando en las consecuencias. ¿Qué importaba lo que pudiese suceder? Era divertido, y eso era suficiente.

—Matt —decidí llamarlo una vez pude hablar. Él levantó la mirada, enseñándome unos ojos azules que resaltaban gracias al marrón del resto de su rostro—. No seas amargado.

—¡Yo no soy amargado!

Negué con la cabeza sin inmutarme por su reacción, acercándome a él con el chocolate ondeando alrededor de mis piernas. Estaba caliente para evitar que se solidificara, como ya había pasado con el de mi cabello, mis brazos y torso. Podría pasar por una estatua de Dairy si salía de la bañera.

—Matt, todo va a ser peor si lo niegas —comencé, posando una de mis manos en su hombro y recibiendo de su parte un resoplido enfadado—. No te engañes. Aunque no lo admitas, sabes que...

No pude seguir hablando. Matt había estirado sus brazos por debajo del líquido en un movimiento tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, agarrándome las piernas con sus dos manos y halándolas hacia arriba, haciéndome perder cualquier punto de equilibrio y zambullirme en la espesa bañera. Caí adentro lanzando un grito agudo de impresión que fue cortado cuando mi boca se llenó de chocolate.

Saqué la cabeza en búsqueda de aire y mi mano se sacudió desesperadamente hasta conseguir sostenerse de una de las orillas del envoltorio que el borde simulaba. Tosí varias veces, sintiendo el sabor dulce en mi garganta. Cuando volví la cabeza con una fulminante mirada dedicada a Matt, lo encontré sonriendo divertido ante la situación que había provocado.

—Esa fue mi venganza —dijo, con menos rigidez en sus palabras—. Estamos a mano. —Giró medio cuerpo hacia la izquierda y señaló la puerta de vidrio de la salida—. Mejor vámonos.

Lancé un gruñido. No quería irme, y tampoco iba a dejar que me venciese. Uní mis manos, haciendo una especie de taza con ellas, y las sumergí en el chocolate para poder llenarlas. Aprovechando que Matt estaba de espaldas a mí y caminaba hacia el borde de la bañera más cercano a la salida, me le acerqué de la manera más discreta que pude hasta conseguir llevar mi pequeña arma hasta el cuello de su camiseta.

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