4 | Se acabó

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[Multimedia: Perfect StrangersJonas Blue ft. JP Cooper]

Capítulo 4: Se acabó.

Matt.

—No necesito probarlo —me dije. Miré con disimulo el reloj de pared de la tienda, como si temiese que alguien me atrapase haciéndolo. Char sostenía que era un aburrido. No soy aburrido. Ni amargado. Ni como sea que ella quiera llamarlo—. Mucho menos probárselo a una chica que no conozco, ¿qué me interesa a mí lo que ella piense o no? Lo que dice no es cierto —seguí diciéndome después de sacudir la cabeza para apartar los pensamientos acerca de regresar—. No necesito probarlo porque sé que no es verdad. Sería una locura. No necesito locuras.

Llevaba pensando eso desde ayer. Desde que la vi desvanecerse con un leve brillo rojo a su alrededor. Incluso desde que yo mismo llegué a ese lugar aparentemente denominado como "Farxad". Todo eso no era más que una locura. No estaba bien, sería una completa insensatez siquiera plantearme en volver. Necesitaba mantener la cordura. No podía abrir de nuevo ese libro e ir a Farxad solo para poder demostrarle a una chica extraña que no era un aburrido. Era absurdo.

El problema era que una parte de mí quería hacerlo. Esa parte de mí que recordaba estar emocionada y con curiosidad ante la situación, impresionada ante el paisaje y con ganas de querer dejar mi monotonía diaria; solo que me encargué de reprimirla, consciente de que no tenía sentido lo que sucedía. La monotonía significada estabilidad en mi vida. Yo era una persona metódica, no me gustaba actuar por impulso sino por lógica, y esta me decía que la cosa más estúpida que podría hacer sería abrir ese libro y encontrarme con ella en Farxad.

—Maldición... —murmuré, pasándome las manos por el rostro con fuerza—. Llámenme estúpido.

Empujé la silla hacia atrás para ponerme de pie. En la parte trasera de la tienda teníamos una especie de cuarto para empleados –aunque el único empleado era yo– y me encargué de entrar en búsqueda del libro, no sin cerrar la puerta antes. En el pequeño espacio cabían, a lo mucho, cuatro personas; y había un escritorio, dos sillas, una lámpara de mesa y una caja fuerte en uno de los estantes de un armario que me llegaba a los hombros.

Me agaché para poder abrir uno de los cajones de este último. Owen finalmente sí había llegado por lo que compró ayer, pocos minutos luego de que hubiese vuelto yo, y se mostró bastante enfadado conmigo cuando le devolví el dinero, comunicándole que el libro ya no estaba en venta. Me metí en más problemas por eso, por supuesto, pero no me importó –otra cosa que no podía explicar–. Claro que sí tuve que ocultarlo para que mi padre no lo volviese a vender a alguien diferente.

Lo saqué de en medio de varios bolígrafos y hojas sueltas de papel. Esa familiar sensación me recorrió el cuerpo al tocarlo, provocándome una inconsciente sonrisa que me apresuré en borrar. Sacudí la cabeza para después levantarme de nuevo, con el libro en mis manos. ¿Por qué estaba haciendo eso? Suspiré a sabiendas de que no me echaría para atrás porque la parte de mí que quería alejarse estaba perdiendo la batalla, así que respiré profundo, cerré los ojos y lo abrí.

Me vi deseando que todo hubiese sido una mentira, que cuando abriese los ojos no estuviese en un castillo rodeado de un bosque para poder dejar de lado esta locura; solo que al hacerlo me topé justo con lo que no quería. Asimilé las cosas con más calma y bajé los brazos, rendido. Allí estaba. Todo era real, Charlotte era real. Farxad era real.

El vestíbulo tenía una alfombra en el centro y algunos marcos colgados en las paredes, solo que los lienzos estaban completamente en blanco. Me negué a querer averiguar por qué no había algo pintado en ellos. Dos escaleras desaparecían en cada uno de los costados, supongo que desembocando en las torres que se veían desde afuera, y frente a mí había dos habitaciones sin puerta. Divisé en una de ellas una enorme cama que lucía matrimonial. La otra parecía llena de muebles antiguos, como en la bodega de la tienda de mi padre.

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