52 | Gracias a un libro

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[Multimedia: I get to love you • Ruelle]

Capítulo 52: Gracias a un libro.

Char.

—Matt. Despierta —murmuré, sacudiéndolo con suavidad. Matt permaneció dormido, respirando pausadamente y con el brazo colgándole por el costado de la silla. Considerando que no había dormido bien, sería difícil despertarlo—. Hey, Matt.

Lo sacudí con más fuerza, pero se limitó a gruñir incómodo y a removerse en el asiento. Suspiré antes de tratar de incorporarme. El usual dolor en mi abdomen me sacó una mueca, pero Liz debió de haber puesto morfina al suero mientras dormía porque no se sintió tan mal. Sabía que debajo de la bata tenía todo el torso vendado debido a la cirugía; Liz me explicó que debido al trauma contundente tuvieron que reparar mi hígado para detener la hemorragia. Probablemente me quedaría una cicatriz.

Observé a mi alrededor, pero dentro del cuarto no podía saber qué hora era y tampoco contaba con un reloj. Escuchaba el ruido usual del caos hospitalario de afuera gracias a que me habían trasladado de reanimación post-quirúrgica a una habitación común de recuperación. La cama tenía frazadas de un agradable tono parecido al avellana; había dos sillones junto a la mesa de noche, la cual tenía un jarrón de flores púrpuras y un par de revistas. Tendría que quedarme una semana más en el hospital, así que agradecí que esa habitación fuese mucho más cálida.

—¿Matt? —pregunté de nuevo. Seguía sin dar señales de querer despertar. No sabía cuánto tiempo llevaba en la habitación, pero imaginé que no podía quedarse más allá del horario de visitas. No quería que se metiese en más problemas—. ¡Matt!

Tomé una de las revistas de la mesa y se la arrojé. Le golpeó en la clavícula con fuerza. Abrió los ojos, asustado, y se enderezó en el asiento de golpe como si tuviese que defenderse. Observó con rapidez a su alrededor, como si necesitase asegurarse de dónde estaba. Al no hallar nada peligroso, se relajó un poco y se frotó los ojos.

—Hola, Char —dijo con voz somnolienta. Trató de esbozar una sonrisa, pero solo pudo bostezar, lo que me hizo sonreír con ternura—. ¿Va todo bien? ¿Qué pasa?

—Oh, no mucho. Solo me cansé de oír tus ronquidos —respondí en tono bromista, haciéndole fruncir el ceño. Señalé hacia la puerta—. El chico de la habitación de al lado vino para quejarse. Dijo que no podría descansar si no le hacía el favor de apagar el taladro.

—Muy graciosa —respondió Matt, poniendo los ojos en blanco, pero con un amague de sonrisa en sus labios. Se inclinó hacia adelante hasta conseguir atrapar mi mano entre las suyas—. ¿Cómo te sientes?

—Algo mejor —dije, observando la vía intravenosa que tenía conectada al dorso de la mano. No sabía cuánto tiempo tendría que llevarla, pero estaba empezando a incomodarme—. La verdad es que estoy empezando a desesperarme de estar encerrada —añadí antes de echar un vistazo a la puerta—. ¿Y dónde están Dani y Ray?

—No estoy seguro. ¿Odiándose al otro lado de la calle? —respondió Matt, encogiéndose de hombros. Lo miré confundida y él lanzó una risa divertida—. Te pierdes de las mejores cosas. Dani y Ray terminaron provocando problemas. Después de que Ray te besó...

—Oh, sí. No estuvo tan mal —interrumpí, intentando ahogar mi sonrisa. Matt hizo una mueca, frunciendo el ceño. Yo sabía que Ray no quería hacerlo realmente, y la verdad ni siquiera tenía muchas ganas de recordarlo, pero era divertido ver cómo Matt actuaba como si estuviese celoso. Sacudió la cabeza, refunfuñando.

—Sí, bueno. Yo beso mejor de todas maneras —murmuró, arrancándome una risa. Matt resopló—. Escucha, el caso es que salió corriendo de la habitación seguido de Dani, ¿recuerdas? Ella parecía a punto de matarlo. Causaron un escándalo en la sala de espera que incluía gritos, persecuciones y zapatos voladores. Los sacaron del hospital. Ya sabes, lo usual. No podrán volver hasta dentro de tres días completos.

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