40 | Idiota

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Capítulo 40: Idiota.

Matt.

Maldije entre dientes cuando mi codo se golpeó con la puerta entreabierta del armario. Esperé unos segundos a que el dolor remitiera sosteniéndome la zona herida antes de volverme para continuar buscando una frazada en medio del desorden que mi padre y yo manteníamos en el mueble. Extendí mis manos y aparté de mi campo visual una caja de zapatos, topándome con una manta doblada encima de una maleta verde oscura, y la tomé.

Salí del cuarto, cerrando la puerta a mi paso. La noche había caído sobre nosotros y tuve que guiarme por luz proveniente de la sala de estar que alumbraba la boca del pasillo, el cual crucé para poder llegar a mi novia –una vez más, podía llamarle mi novia–. Visualicé sus zapatillas oscuras en el suelo junto a mis zapatos, y sentí el frío de las baldosas bajo mis pies descalzos mientras me acercaba a ella.

—Mira, tengo... —empecé, pero levanté la mirada y la noté sentada con las piernas cruzadas sobre el sofá, con un tarro de helado en su regazo. Tenía una cuchara en la boca y una expresión de satisfacción en el rostro—. Char... ¿Es en serio?

—¿Qué? —preguntó, volviéndose a mirarme y relamiéndose la comisura derecha, la cual había quedado con un poco de helado. Volvió a hundir la cuchara en el tarro y sacudí la cabeza, desdoblando la frazada y haciendo amague de extenderla sobre sus piernas. Ella me detuvo con un gesto de su mano antes de llevarse la cucharilla a la boca y levantar el frasco de helado. Entonces asintió, como dándome autorización. Me encargué de cubrirla con la manta y Char colocó el tarro de nuevo sobre sus piernas—. Gracias —dijo, solo que apenas sí le entendí debido a que todavía tenía la cucharilla en la boca. Ella pareció darse cuenta y arrugó la nariz en un mohín molesto. Me hizo reír.

Bajó la vista y se concentró en el helado. Continuó comiendo y jugando a hacer formas en la superficie con la punta de la cuchara. Me senté a su lado y apoyé la cabeza en el respaldar del sofá. Char volteó a verme y me dedicó una sonrisa, así deslicé mi mano hasta la suya y entrelazamos nuestros dedos. Tan solo me quedé mirándola. No me había permitido verla de esa manera desde hacía semanas. No creía que mereciese siquiera estar cerca de ella. El hecho de que hubiese asesinado a... No, no. No tenía que seguir pensando en eso. Apreté los labios buscando algo para distraerme, y Char volteó a mirarme de golpe.

—¿Matt? —preguntó. Durante un segundo pensé que se había dado cuenta de lo cruzaba por mi cabeza. Busqué verme lo mejor posible para que no adivinase nada en mis ojos, pero Char se limitó a tomar el tarro de helado y tendérmelo—. ¿Quieres un poco?

—No —contesté, forzando una sonrisa—. Estoy bien.

—Matt —repitió, con una expresión que tenía ahora un mínimo ápice de preocupación. Supuse que no era muy bueno tratando de esconder las cosas. Frunció el ceño, observándome con más cuidado, antes de bajar la cuchara y dejarla en el frasco—. Matt, no lo hagas. Por favor.

Me dediqué a acariciar sus nudillos en silencio, observando el suelo para evitar su mirada. Obligué a mi cabeza a apartar los pensamientos que no quería en mi mente e intenté recordar el consejo que me daba Kelly, pero sus palabras se distorsionaron en mi cabeza. Durante un segundo tuve la impresión de que iba a ahogarme. Sentí los dedos fríos de Char levantar mi barbilla para que la mirase, solo que no lo hice. Centré mi mirada en el tarro de helado en el suelo, donde ella lo había dejado para poder sostener mi rostro.

—Lo... Lo siento —murmuré, observándola y distinguiendo un destello de tristeza cruzar por sus ojos. Me soltó—. Intento con todas mis fuerzas borrar ese día, pero no puedo. Es como si creyese que necesito un ca... —Conseguí interrumpirme antes de decir “castigo” y suspiré, tratando de encontrar palabras que no se escuchasen como si me estuviese culpando de nuevo. Sacudí la cabeza, optando por no seguir el tema—. Lo siento. Dejaré de hablar de esto, lo prometo.

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