8.

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—Tu cara dice que estás en escases de amigos. —me burló Sofía mientras comía una manzana, sentada en la mesa.

—No me jodas.

— ¿Ya estás de mal humor fierita? —preguntó pero la ignoré pasando por su costado hasta llegar al pasillo, donde la escuché. — ¿No vas a comer o ya te invitó Alexis?

Bufé y entré rápido al cuarto haciendo saltar a las nenas más chiquitas, Cata y Lourdes se quedaron calladas enseguida me vieron y yo ni las miré, me apresuré a llegar a mi cama y tirarme para taparme la cara con la almohada.

El chico estaba loco si el sábado creía que me iba a reír de su chiste, no me causaba ninguna gracia haber caminado una hora y media hasta llegar, con el agobiante calor de la ciudad de Bueno aires como si fuera poco. Se creía lindo y muy superficial pero enseguida iba a hacerlo bajar de la estratosfera donde seguramente estaba, conmigo no iba a jugar porque yo no tenía ganas, puede que fuera lindo, pero para mis ojos iba a empezar a ser totalmente horrible.

— ¿Alma estás bien? —me preguntó tímidamente Cata, su vocecita siempre me causaba ternura, excepto cuando estaba de mal humor. — ¿estás enojada?

—No Cata, quiero dormir por fi, vayan a jugar afuera. —le dije acariciando su mejilla, y ella asintió empujando a Lourdes afuera del cuarto. Respiré hondo relajándome, era la nena más dulce del mundo, a sus cinco años con tan corta edad era la única por quien no me permitía estar de mal humor y tratarla mal.

Me saqué las zapatillas y fue como un hermoso placer, había caminado un montón y hasta que me pude orientar bien por las calles que conocía estuve mucho tiempo sobre mis pies, sin Sube para el colectivo, sin plata para un agua por lo menos, sin protector para el sol pero con muchas, muchas ganas de ahorcar a alguien todo el tiempo.

Escuché la puerta abrirse y me contuve de no decirle de manera agresiva a Catalina que se fuera, pero no fue su vocecita tierna la que me lo impidió, fue Sofía y con ella no tenía problemas de ser tal cual me sentía.

— ¿Cuál es la causa hoy?

—No me jodas, en serio, no estoy de humor y si no querés que te mande a la mierda, no me hables. —le dije y la escuché reírse después de que su cama rechinara al sentarse.

— ¿Dónde fuiste? Pensé que habías llegado hace mil.

— ¡No me hables! ¡¿No entendés que estoy de mal humor?!

— ¿Y tenemos que parar el mundo por tu mal humor?

— ¡Por vos siempre paramos el mundo así que sí loco, una vez paremos el mundo por mi mal humor! —grité levantándome y agarré mis zapatillas para salir del cuarto. Antes de salir a la cocina la vi a Mónica y retrocedí ya que estaba de espaldas, sigilosa caminé hacia atrás y volví a entrar al cuarto para cerrar la puerta fuerte.

— ¡Catalina! —gritó echándole la culpa como siempre a la indefensa nena, yo corrí hasta llegar a mi cama y subirme para pasar la pierna del otro lado y caer al césped antes de que la puerta volviera a abrirse. — ¿¡Catalina qué te dije de la puerta!?

—Fue el viento, no le puse la traba. —le dijo Sofi y yo contuve el aire un minuto más.

— ¿Y dónde está la otra pendeja?

—La hicieron quedarse a una reunión de no sé qué, y cómo es la líder nos representa mejor.

Corrí descalza por el césped y cuando crucé la calle, me escondí detrás del camión que estaba enfrente descargando mercadería en el almacén, me puse las zapatillas rápido y saludé al almacenero para después salir corriendo nuevamente calles abajo.

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora