10.

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Del impacto que me causó me quedé inmóvil dándole la satisfacción de callarme, hasta que su arito me rozó la comisura y al mismo tiempo que me mordió un poco el labio, abrí los míos dejando que los suyos los acariciaran, cerré los ojos e insistió nuevamente a que abriera más la boca para acoplar nuestros labios, y lo dejé. El metal de su arito se sintió como una caricia en mis labios al mismo tiempo que me pedía ingresar su lengua, que dejé para juntar con la mía intensificando un beso con un metal tentándome a tocarlo con mi lengua. Sin pensarlo demasiado me dejé besar y lo besé antes de que me encontrara a mí misma queriendo morder suavemente esa parte de su piel que era perforada por el pequeño arito.

La realidad me golpeó justo en el medio y antes de apartarme y quejarme, a consciencia le seguí el beso para probarlo a él y a mí misma, besaba bien el hijo de puta y el maldito arito me daban ganas de mordérselo con ganas, pero no me podía estar dejando besar por un chico que acababa de conocer, por lo que me aparté y lo miré sin decir nada. Él tampoco lo hizo pero su cercanía me empezó a marear, hasta que por los dos, hizo un bien y se apartó soltándome las muñecas.

—Para que te calles. —dijo y se bajó de encima de mí, suspiré y me senté en la cama.

—Hay otras formas.

— ¡No funcionaron! —se quejó y se arrastró en la cama para agarrar de abajo mi mochila y sacármela cuando la quise agarrar. —Voy a considerar saldada tu cuenta porque besas extremadamente bien.

— ¡Chorro! —me quejé sacándosela y me levanté rápido de la cama antes de que me la agarrara para salir de su cuarto escuchando su risa. Cerré la puerta fuerte y suspiré.

Él también besaba extremadamente bien. Me limpié la boca aún así porque sentía que mis labios podían estar hinchados, quizás el tiempo que nos besamos no fue mucho pero la intensidad marcaba. Bajé rápido las escaleras y vi a los nenes sentados en el gran sillón dibujando junto a su papá que miraba la televisión.

—Chau, hasta luego. —dije rápido y bajé la manija que sorprendentemente hizo que la puerta se abriera rápido, de la misma manera salí cerrándola y encaminándome a la calle.

Miré hacia la casa que Federico me había dicho que era la suya y el auto no estaba estacionado, antes de llorar de la desesperación caminé hasta la casa y por gracia del señor una mujer vestida formal salía con unas carpetas en la mano.

—Disculpe. —llamé su atención y ella terminó de cerrar la puerta para acomodar sus carpetas y mirarme. — ¿Federico está?

—No querida, salió hace unos minutos ¿quién lo busca?

—Una amiga, gracias. —asentí y me di la vuelta para empezar a caminar con la indignación en mi pecho. Me refregué la cara y miré a mi alrededor sin saber cómo mierda salir.

Al menos tenía Sube y algo de plata para cargarla, pero en el camino hacia el barrio lo que menos vi fue algún kiosco o almacén para cargarla, y si tenía suerte iba a llegar a la noche a la avenida más o menos para encontrar algún kiosco que pudiera cargarla así viajar. No sabía cuánto tenía que caminar, pero ya parecía demasiado y quería llorar de la frustración, si no fuese por ese pendejo estúpido ahora estaría en mi casa o en La esquina, a cambio estaba intentando llegar a la entrada para como primer instancia, salir de un barrio privado.

El oficial que nos había recibido al verme, frunció el ceño y salió de su garita.

— ¿No estabas con Federico?

—Me abandonó, ¿me puede abrir?

—Pero... ¿dónde vas?

—A la avenida, ¿sabe de algún kiosco para cargar la Sube?

Teen Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora